El señor de las bestias (1982)

“El Señor de las Bestias” es una película que se queda en la memoria por su atmósfera inquietante y su presentación visualmente impactante, aunque su historia, aunque interesante en concepto, no alcanza la profundidad que promete. La película, adaptada de la novela de Richard Adams, explora temas de responsabilidad, la relación entre el hombre y la naturaleza, y la corrupción del poder, pero se siente a veces demasiado centrada en la estética y la construcción de mundos, dejando a la historia un tanto desequilibrada.

La dirección de Ben Wheatley es, sin duda, su punto fuerte. Wheatley, conocido por su trabajo en thrillers psicológicos como “Kill List”, consigue crear un ambiente de constante tensión. Los paisajes oscuros y desolados de la Granja de Phossum, con sus caminos serpenteantes y sus bosques imponentes, son palpablemente reales y contribuyen significativamente a la sensación de peligro inminente. Su uso de planos largos y movimientos de cámara deliberados, que a veces recuerdan a Fellini, ralentizan el ritmo de la narración, permitiendo al espectador sumergirse en la atmósfera. A menudo, la película se basa en el suspenso más que en la acción directa, lo que resulta eficaz para mantener la atención del público, pero también puede frustrar a aquellos que buscan una experiencia más dinámica.

Las actuaciones son sólidas, aunque no excepcionales. Ralph Fiennes ofrece una interpretación magistral como Poitrassier, el hechicero deformado, su rostro retorcido y sus movimientos torpes transmiten una mezcla de maldad y frustración que es absolutamente aterradora. Olivia Colman, como la anciana Mrs. Driver, es absolutamente encantadora y aporta un toque de humor negro y sabiduría a la trama. La joven Jacob Anderson, quien interpreta al niño James, tiene una presencia convincente, pero su actuación a veces se ve eclipsada por los personajes más establecidos. El resto del reparto, compuesto principalmente por actores de teatro, cumple su cometido de forma eficiente.

El guion, adaptado de la novela, se enfrenta a la difícil tarea de condensar una historia extensa en una hora y media. Si bien la película captura la esencia de la novela, algunas subtramas se ven apresuradas y otros personajes secundarios son poco desarrollados. La complejidad moral de la trama, en la que la línea entre el bien y el mal se difumina, es uno de los aspectos más interesantes de la novela, pero en la película se diluye un poco. El desarrollo del poder de James sobre los animales, crucial para la historia, es un poco rápido y carente de exploración. La película logra transmitir la angustia y la soledad del protagonista, pero la argumentación podría haber sido más elaborada para explorar más a fondo las implicaciones de sus acciones.

En definitiva, “El Señor de las Bestias” es una película visualmente impresionante y con una atmósfera única, pero que no logra alcanzar todo su potencial narrativo. Es una película que valdría la pena ver por su estética y la actuación de Fiennes, pero que, en última instancia, se queda en un punto intermedio. No es una obra maestra, pero sí una experiencia cinematográfica peculiar y memorable.

Nota: 7/10