El señor de las moscas (1990)

“El Señor de las Moscas” de Delroy Lindo no es solo una película de supervivencia; es una disección visceral de la naturaleza humana, un estudio sombrío sobre la pérdida de la inocencia y la corrupción del poder. Lindo, en su dirección, logra construir una atmósfera de angustia palpable, una tensión constante que se siente en cada plano, en cada intercambio entre los niños. No se trata de un thriller lleno de acción, sino de un drama psicológico que se alimenta de la desesperación y del aislamiento. La isla, con su belleza agreste y su soledad, se convierte en un microcosmos del alma humana, reflejando las luchas internas y los miedos de cada personaje.

La película, basada en la novela de William Golding, se centra en un grupo de niños de diferentes orígenes que, tras la Segunda Guerra Mundial, son evacuados a una isla desierta. Rápidamente, la ausencia de adultos y la falta de recursos desatan la naturaleza salvaje que reside en cada uno de ellos. Lindo evita la fantasía excesiva; la isla no es un lugar mágico, sino un entorno brutal que revela las debilidades y las ambiciones ocultas de los niños. La película se enfoca en la gradual erosión de la moralidad, en la forma en que el deseo de poder y el miedo al liderazgo llevan a la violencia y al engaño.

Las actuaciones son sobresalientes. Noah Jupe, como Jack, ofrece una interpretación magistral, transmitiendo la ambición descontrolada y la crueldad de un niño que, sin darse cuenta, se transforma en un tirano. Jacob Tremblay, en su papel como Piggy, aporta una vulnerabilidad conmovedora, representando la inteligencia y la bondad en un entorno que las rechaza. El resto del elenco secundario – especialmente Brad Pitt como el profesor Spileer – contribuye a la complejidad de la narrativa. Brad Pitt, en particular, ofrece un retrato perturbador de un hombre consumido por la avaricia y la locura, un personaje que se convierte en un símbolo de la corrupción moral.

El guion, adaptado de la novela, se mantiene fiel al espíritu original, aunque a veces sacrifica algunos de los matices más sutiles. La película, a pesar de su ritmo pausado, mantiene la atención del espectador gracias a su excelente dirección y a las actuaciones convincentes. No hay soluciones fáciles o finales felices. La película no ofrece respuestas, sino que plantea preguntas inquietantes sobre la naturaleza humana y la capacidad del ser humano para la maldad. El contraste entre la inteligencia y la inocencia de Piggy, y la brutalidad de Jack, se explora con una crudeza admirable. La ambigüedad moral es una de las mayores virtudes de la película, obligando al espectador a reflexionar sobre sus propias creencias y valores.

El uso de la fotografía es notable, oscureciendo gran parte de la película para acentuar la sensación de desolación y opresión. La banda sonora, austera y minimalista, complementa a la perfección la atmósfera sombría y la desesperación que impregnan la historia. “El Señor de las Moscas” no es un entretenimiento ligero, sino una experiencia cinematográfica inquietante y memorable que perdura mucho después de que los créditos finales hayan terminado de rodar. Es, en definitiva, una película que te obliga a mirar al fondo de tu alma.

Nota: 8/10