El Señor Wakefield (2017)

“El Señor Wakefield” es una película que se instala en la piel de la soledad y la desesperación, no con grandilocuencia dramática, sino con una sutil pero contundente honestidad. La película, dirigida con maestría por Gurinder Chadha, se centra en la historia de Thomas Wakefield, interpretado con una vulnerabilidad palpable por Jake Gyllenhaal. Wakefield, un hombre aparentemente normal y frustrado por la rutina y las presiones de su vida familiar, decide tomar una decisión radical: abandonar su hogar y refugiarse en el ático durante meses, convencido de que su desaparición será recibida como un simple “desaparecido” por la policía y su familia. No se trata de un drama de secuestro o fuga; es, más bien, una exploración profunda de la búsqueda personal, la culpa y el precio del aislamiento.

La dirección de Chadha es precisa y elegante. Evita el melodrama gratuito, optando por un estilo visual que respira calma y melancolía. La fotografía, con su paleta de colores apagados y la luz natural, enfatiza la sensación de encierro y la progresiva desconexión de Wakefield del mundo exterior. La banda sonora, discreta pero efectiva, realza las emociones de la película sin ser intrusiva. Particularmente notable es la forma en que se construye la atmósfera en el ático, un espacio claustrofóbico que simboliza tanto la libertad como la prisionera de la propia mente. Es un espacio que se vuelve un microcosmos del personaje, reflejando sus pensamientos y sus miedos.

La actuación de Jake Gyllenhaal es, sencillamente, sobresaliente. Su interpretación es extremadamente matizada, evitando caer en clichés de la persona "loca" o rebelde. Demuestra con paciencia y convicción cómo Wakefield se va desmantelando, un paso a un paso, hasta llegar a su punto de ruptura. El rostro de Gyllenhaal transmite un dolor silencioso, una profunda tristeza que es asombrosamente efectiva. La película también cuenta con un reparto secundario fuerte, con interpretaciones sólidas de Lesley Manville como su esposa y Celia Rowlson Harris como su hija, quienes representan, a su manera, el desconcierto y la preocupación ante la desaparición de Wakefield. La relación que se va erosionando a medida que Wakefield se aleja es el corazón emocional de la película y la actuación de Manville contribuye significativamente a la complejidad de este vínculo.

Si bien el guion, escrito por Chadha y Jasbinder Singh Barnett, mantiene un ritmo pausado, es precisamente esa lentitud la que permite al espectador conectar plenamente con la interioridad del protagonista. El guion no ofrece respuestas fáciles ni soluciones mágicas. La película plantea preguntas incómodas sobre la salud mental, la responsabilidad familiar y el significado de la felicidad. La trama no se centra en la acción, sino en la evolución emocional de Wakefield y su proceso de auto-descubrimiento. La película consigue, en definitiva, ser una meditación sobre la fragilidad humana y la dificultad de conectar con uno mismo y con los demás. No es una película para todos, requerirá paciencia y una disposición a la reflexión, pero recompensará al espectador con una experiencia cinematográfica conmovedora y memorable.

Nota: 8/10