“El séptimo hijo” no es, sin duda, una de las propuestas más originales y visualmente impactantes del panorama cinematográfico actual. Dirigida por Taika Waititi, la película se erige como un ejercicio audaz de fantasía gótica que, aunque no alcanza la perfección, ofrece una experiencia cinematográfica memorable y llena de sorpresas. La película se sumerge en un Londres empastado, saturado de niebla y misterio, un escenario perfecto para la historia que narra: el aprendizaje de un joven mago en un mundo donde la línea entre la vida y la muerte se difumina peligrosamente.
Ben Barnes, con su habitual elegancia y magnetismo, encarna a Thomas, un protagonista inusualmente noble y vulnerable. Su evolución, tanto física como emocional, es el núcleo de la narrativa y, en gran parte, gracias a su interpretación, resulta convincente y conmovedora. Jeff Bridges, como el espectro maestro, aporta una presencia imponente y una sabiduría que, a veces, se muestra desarmante. Bridges, como siempre, está en perfecta forma, ofreciendo matices sutiles a su personaje, haciéndolo accesible a pesar de sus poderes y de su condición de entidad del más allá. La química entre Barnes y Bridges es palpable, creando un vínculo maestro-discípulo interesante y a veces divertido.
La dirección de Waititi, característica por su humor negro y su particular estilo visual, marca la diferencia. La película no se toma la fantasía demasiado en serio; en cambio, la aborda con una mezcla de respeto y ligereza, que evita la pretensión y la carga excesiva de melodrama. Las escenas de acción, aunque no son la prioridad, están ejecutadas con una estética particular, que equilibra el horror y la comedia de forma efectiva. La banda sonora, compuesta por Taika Waititi y Glen Hansard, es igualmente sobresaliente, dotando a la película de una atmósfera inquietante y melancólica.
El guion, adaptado de una novela de Paul Tremblay, presenta algunas fallas en su desarrollo. La trama, en ocasiones, se siente algo desordenada y las motivaciones de algunos personajes no siempre están completamente claras. Sin embargo, estas debilidades se compensan con la originalidad de la historia y la riqueza de su imaginería. La exploración de temas como la culpa, la redención y la naturaleza de la magia, aunque no profundiza tanto como podría, ofrece momentos de reflexión. La relación entre Thomas y Alice, interpretada con una intensidad palpable por Alicia Vikander, se convierte en el eje emocional de la historia. Su encuentro es inquietante y lleno de tensión, alimentando el conflicto central de la trama.
En definitiva, "El séptimo hijo" es una película peculiar, que no pretende complacer a todo el mundo. Es una obra que requiere una mente abierta y una disposición a dejarse llevar por su oscuridad y su humor. Aunque no es perfecta, su originalidad, las sólidas interpretaciones y la dirección distintiva la convierten en una experiencia cinematográfica recompensadora y poco convencional.
Nota: 7.5/10