“El sueño de Ellis” no es una película grandilocuente, ni una obra maestra cinematográfica en el sentido tradicional. Sin embargo, posee una elegancia melancólica y un poder emocional silencioso que la convierten en una experiencia cinematográfica memorable. La película de Robert De Niro, ambientada en el ambiente hostil y la desolación de Ellis Island a principios del siglo XX, es un estudio sobre la desesperación, la resiliencia y la búsqueda de un futuro mejor en un mundo que a menudo parecía impasible a sus sueños.
La dirección de De Niro es exquisita en su sutileza. Evita los grandiosos espectáculos y las melodramáticas explosiones emocionales, optando por un ritmo pausado y una fotografía en blanco y negro que evoca la dureza del entorno y la fragilidad de los personajes. La iluminación juega un papel fundamental, acentuando la soledad de Ewa, capturando la sombra de la desesperación en su rostro y la opresión de sus circunstancias. El sonido, cuidadosamente elaborado, realza la atmósfera de claustrofobia y la amenaza constante de la enfermedad y el peligro.
El elenco es, en su gran mayoría, impecable. Cate Blanchett ofrece una interpretación deslumbrante como Ewa. Su mirada, llena de tristeza y determinación, transmite la profundidad de su dolor y la complejidad de su moralidad. No se trata de una heroína tradicional; sus elecciones, aunque dolorosas, son justificadas por su amor incondicional por su hermana. La actuación de Blanchett es particularmente notable por su capacidad de mantener la quietud, de expresar emociones a través de los silencios y las pequeñas gestos.
El guion, adaptado de la novela de David A. Groff, se centra en la narrativa interna de Ewa, permitiéndonos adentrarnos en su mundo de pensamientos y emociones. La historia, aunque trágica, no se convierte en un mero relato de sufrimiento. Se explora la complejidad de la emigración, la pérdida de la identidad y la lucha por la supervivencia en una sociedad que ofrece pocas oportunidades a las mujeres solas. La relación entre Ewa y Magda, aunque tensa y marcada por la desconfianza, es el núcleo emocional de la película. La representación de la tuberculosis y el proceso de cuarentena son tratados con sensibilidad, evitando la explotación visual y centrándose en el impacto psicológico en los personajes.
El giro inesperado con la llegada de Orlando, interpretado por Mickey Rourke, aporta un soplo de esperanza y una nueva dimensión a la trama. Sin embargo, es importante destacar que, si bien la resolución de la historia es satisfactoria, la caracterización de Orlando podría haber sido más desarrollada para reforzar el impacto emocional de su presencia. No obstante, la película logra, a pesar de todo, un final agridulce que celebra la perseverancia humana frente a la adversidad, aunque también reconoce las limitaciones del destino.
Nota: 7/10