“El tambor de hojalata” de Volker Schlöndorff es, sin duda, una obra cinematográfica que exige una reflexión profunda y, a menudo, incómoda. Basada en la novela del mismo nombre de Günter Grass, la película no ofrece una mera adaptación narrativa, sino que busca traducir la atmósfera melancólica y profundamente arraigada en la historia del post-guerra alemán a través de una estética y un tratamiento visual y sonoro que dejan una huella imborrable. Schlöndorff, en colaboración con el compositor Egbert Vogler, construye un universo cinematográfico rico en simbolismo y en una palpable sensación de desasosiego.
El núcleo de la película, la decisión de Oskar Schundecker de detener su crecimiento, es presentada con una naturalidad perturbadora. La interpretación de Fred van der Put, en el papel de Oskar, es magistral. No se trata de una caricatura patética, sino de un niño excepcionalmente inteligente y sensible, que se encuentra desajustado por un mundo que no comprende. Van der Put logra transmitir la intensidad de su convicción, su necesidad de aferrarse a la infancia y a la inocencia en un entorno marcado por la culpa, el trauma y la búsqueda de la justicia. La actuación es sutil, pero poderosa, transmitiendo un sentimiento de alienación profundo.
La dirección de Schlöndorff es, sencillamente, brillante. La película evita una presentación didáctica o moralista de la historia. En cambio, se sumerge en la vida cotidiana de un pequeño pueblo del Rhin, mostrando cómo la memoria colectiva, la justicia y el pasado traumático afectan a sus habitantes. El uso de la cámara, lenta y contemplativa, permite al espectador absorber la atmósfera opresiva del lugar, el silencio ensordecedor que acompaña la búsqueda de justicia por el asesinato de un niño. Las largas tomas, a menudo en primer plano, con una iluminación natural y apagada, generan una sensación de intimidad y de desconexión, reflejando la soledad y el aislamiento de los personajes.
El guion, adaptado por Schlöndorff y el propio Grass, es inteligente y complejo. No ofrece respuestas fáciles ni soluciones simplistas. La película explora temas como la memoria, la justicia, la culpa, la infancia y la relación entre el individuo y la sociedad. La trama, que se centra en la búsqueda de un asesino, no es el punto central de la historia, sino que sirve como un detonante para revelar las profundas heridas de un pueblo que lucha por superar su pasado. La película es, en última instancia, una meditación sobre la dificultad de alcanzar la verdad y de reparar los errores del pasado.
“El tambor de hojalata” no es una película fácil de ver. Es una obra que puede resultar desconcertante, incluso inquietante, pero es también una de las películas más significativas y evocadoras del cine reciente. Es una película que obliga al espectador a reflexionar sobre la condición humana y sobre la importancia de recordar para no repetir los errores del pasado. La película, aunque distante, logra transmitir una verdad poderosa y conmovedora.
Nota: 8.5/10