El tiempo del amor (2023)

“El tiempo del amor” (La Vie d'Amour) de Jean-Jacques Annaud es una película que se instala en la memoria como un sueño inquietante y, paradójicamente, profundamente conmovedor. No es una historia de amor romántica en el sentido tradicional, sino más bien una meditación sobre la fragilidad de la felicidad, el peso del pasado y la inevitabilidad de la pérdida. Annaud logra evocar una atmósfera melancólica y contemplativa que se adhiere a la piel del espectador, creando una experiencia visual y emocionalmente resonante.

La dirección de Annaud es precisa y controlada, priorizando la sutileza y el detalle por encima de la grandilocuencia. Se deleita en la belleza de la luz natural, especialmente en las escenas ambientadas en la exuberante Provenza, una tierra que se convierte en un personaje más de la historia. La película utiliza el paisaje para reflejar el estado emocional de los personajes. Los colores vibrantes de la naturaleza contrasta con la grisura de sus destinos, intensificando el contraste entre la esperanza y la desesperación. Annaud juega con el ritmo, alternando momentos de tensión palpable con largas pausas llenas de simbolismo y reflexiones silenciosas. Esto no es un melodrama convencionales, sino una película que requiere paciencia y atención del espectador.

Las actuaciones son excepcionales, en particular la de Sandrine Bonnaire como Madeleine. Bonnaire ofrece una interpretación magistral, transmitiendo la vulnerabilidad, el anhelo y la fuerza silenciosa de una mujer atrapada entre la rutina y el deseo de algo más. Su mirada, llena de tormenta y anhelo, es suficiente para contar historias enteras. Vincent Macaigne como François es igualmente cautivador. A pesar de su aparente aparente frialdad y superficialidad, Macaigne logra captar la desesperación subyacente de un hombre que se ha perdido a sí mismo. La química entre ambos actores es magnética, no solo en términos románticos, sino también en la tensión latente de sus personajes. Es una relación construida sobre la búsqueda de algo que ambos sienten que les falta, una búsqueda que, en última instancia, resulta frustrante y trágica.

El guion, adaptado de la novela de Marguerite Duras, es quizás el punto más fuerte de la película. La narración no es lineal, sino fragmentada, intermitente y llena de digresiones que reflejan la memoria, la subjetividad y la naturaleza inefable del amor. Duras, y por extensión Annaud, se advenzan por el flujo de la memoria, evitando explicaciones simplistas y dejando que el espectador interprete las motivaciones de los personajes. A pesar de su complejidad, el guion nunca se vuelve abrumador; cada digresión contribuye a la atmósfera general de incertidumbre y anhelo. La película no ofrece respuestas fáciles; solo plantea preguntas sobre el destino, la felicidad y la naturaleza de las relaciones humanas. El final, deliberadamente ambiguo, es particularmente potente, dejando al espectador reflexionando sobre el significado de todo lo que ha presenciado.

En definitiva, "El tiempo del amor" es una película desafiante pero gratificante. No es una película para todos, pero para aquellos que están dispuestos a invertir su tiempo y su atención, ofrece una experiencia cinematográfica memorable y, posiblemente, profundamente conmovedora. Es una joya oculta del cine europeo, una obra maestra de la sutileza y la atmósfera.

Nota: 8/10