El trotamundos (1964)

“El trotamundos” (1964), dirigida por Mike Nichols, no es solo una comedia de enredo; es una mirada nostálgica y agridulce a una época en transición, a un Estados Unidos en plena efervescencia cultural y social. La película, con su encanto visual y sus personajes memorables, logra capturar la esencia de los sesenta, no solo a través de la moda y el baile, sino también a través de la historia de un joven, Charlie Starkweather, y su improbable ascenso en la feria ambulante.

Nichols maneja la narrativa con una maestría que oscila entre lo cómico y lo melancólico. La comedia surge de la situación absurda en la que se encuentra Charlie, un joven con un talento oculto que se ve obligado a improvisar y a reinventarse. La película está repleta de situaciones hilarantes, desde su intento de impresionar a una joven, Lorraine (Geraldine Alexander), hasta sus intentos de dominar la guitarra, un instrumento que se convierte en la llave para desbloquear su verdadero potencial. Sin embargo, la película no se limita a la risa; hay una corriente subyacente de soledad y búsqueda de identidad que se refleja en la mirada de Charlie, que a pesar de sus logros, parece estar siempre al margen.

La dirección de Nichols es impecable. El uso del color es vibrante y evocador, transportando al espectador a la atmósfera de los años sesenta. La película está llena de detalles visuales que contribuyen a la autenticidad de la época, desde la decoración de la feria hasta los peinados y la vestimenta de los personajes. Pero más allá de la estética, Nichols se centra en la psicología de sus personajes, explorando sus motivaciones, sus sueños y sus miedos. El uso del montaje es ágil y dinámico, permitiendo a la película fluir de manera natural y manteniendo el interés del espectador.

Las actuaciones son, en general, excelentes. Gene Wilder, en el papel de Charlie, ofrece una interpretación magistral, equilibrando la ingenuidad y el sarcasmo con una gran sensibilidad. Su evolución a lo largo de la película es convincente y su química con Geraldine Alexander es palpable. El resto del reparto, incluyendo a Jack Palance en el papel del duro jefe de la feria, también destaca con interpretaciones memorables. Palance, en particular, aporta una dosis de crudeza y un contrapunto perfecto a la optimismo de Wilder.

El guion, coescrito por William Bilby y Nichols, es inteligente y bien construido. La trama, aunque aparentemente sencilla, está llena de giros inesperados y diálogos ingeniosos. La película aborda temas como la ambición, la búsqueda de la felicidad y la importancia de encontrar tu lugar en el mundo, pero lo hace de una manera ligera y accesible. Aunque a veces el ritmo es un poco irregular, la película logra mantener el interés del espectador gracias a su humor y a sus personajes. Se nota que el guion es consciente de la época y utiliza referencias culturales sutiles que enriquecen la experiencia visual y narrativa.

Nota: 7.5/10