“El último baile” es un coming-of-age contemporáneo que, aunque no llega a ser una revolución del género, ofrece un vistazo honesto y a veces incómodo a las presiones sociales que atenazan a los adolescentes. La película, dirigida con un tono naturalista y una sensibilidad a veces sorprendente, se centra en Bianca, interpretada con una frescura y autenticidad convincentes por parte de Violetta Colasanti. Su angustia, su frustración y su búsqueda de identidad son palpable y, por ello, la audiencia se conecta instantáneamente con su personaje.
La trama se centra en la omnipresente etiqueta de "MAF" (La amiga maja y fea) que se le adjudica Bianca por parte de las chicas populares del instituto. La película no romantiza este fenómeno social, sino que lo expone con crudeza, mostrando cómo la crueldad de los compañeros puede destruir la autoestima de un individuo. La decisión de Bianca de reclutar a Wesley (Noah Segan), un chico poco convencional con un encanto especial, es un movimiento arriesgado pero que abre un espacio para la exploración de la identidad y la construcción de una nueva narrativa personal. La relación entre ambos personajes es el corazón de la película, llena de momentos cómicos, pero también de una profunda necesidad de aceptación y comprensión. Aunque la dinámica puede sentirse a veces un poco forzada, el desarrollo de su conexión es uno de los puntos fuertes de la película.
El guion, aunque sencillo en su planteamiento, posee una gran capacidad para evocar la adolescencia. La película no intenta ofrecer soluciones fáciles ni simplificar las complejidades de las relaciones sociales. La película se atreve a mostrar la vulnerabilidad de los personajes y a explorar temas como la amistad, el amor, el rechazo y la búsqueda de la autoestima. La dirección, a cargo de Jacob Tiernan y Christopher Barron, se beneficia de un estilo visual relajado y natural, que favorece la inmersión del espectador en el universo adolescente. Las escenas en la playa, que representan un punto de liberación y conexión, son especialmente memorables. Sin embargo, hay momentos en los que el ritmo se ralentiza un poco, y algunos diálogos podrían haber sido más elaborados.
Las actuaciones son sólidas en general. Colasanti, en particular, ofrece una interpretación convincente, logrando transmitir la confusión y el dolor de Bianca de una manera honesta. Noah Segan, como Wesley, aporta un alivio cómico sin caer en estereotipos. Además, el reparto secundario cumple su función con naturalidad, creando personajes secundarios memorables y reconocibles. No obstante, la antagonista, Madison (Morgan Saylor), se siente un tanto unidimensional y carece de profundidad, convirtiéndose en un cliché del personaje cruel y popular.
Nota: 7/10