“El último beso del káiser” es una película que, a pesar de sus aspiraciones épicas y su ambientación en un período crucial de la historia, termina siendo más un ejercicio de romanticismo forzado que un análisis profundo del pasado. La dirección de Christian Carion es competente en lo técnico, logrando recrear la atmósfera sombría y opulenta de la Alemania final de la República de Weimar, pero carece de una visión narrativa que realmente la impulse. El uso de la fotografía es acertado, oscureciendo con frecuencia las escenas para crear un ambiente de paranoia y desconfianza que se justifica tanto en la trama como en el contexto histórico.
La película se centra en la relación entre el capitán Dieter Heckmann (Jai Courtney) y Anna (Lily James), una joven holandesa con una sensibilidad y un espíritu libre que contrastan fuertemente con la rigidez del oficial alemán. Courtney ofrece una interpretación decente, transmitiendo la profesionalidad y la melancolía de un hombre atrapado en un mundo de obligaciones y secretos. Sin embargo, su personaje se siente a menudo plano, carente de la complejidad emocional necesaria para que la conexión con Anna tenga el peso dramático que exige la trama. La química entre Courtney y James es, en definitiva, superficial. El corazón de la película reside en la interpretación de Lily James, quien, como siempre, aporta una vulnerabilidad y una belleza magnética a su personaje. James construye una Anna memorable, una joven que desafía las convenciones y se aferra a la esperanza en medio de un futuro incierto, aunque a veces su evolución se siente precipitada.
El guion es, sin duda, el punto más débil de la película. La premisa, basada en un evento real, promete una exploración intrigante de la paranoia y la traición de la época. No obstante, la historia se construye sobre la base de una serie de flashbacks que, aunque necesarios para comprender el pasado de Anna y Dieter, interrumpen el ritmo narrativo y, a veces, parecen un añadido gratuito. La trama principal se vuelve repetitiva, centrada en la investigación del capitán y las relaciones prohibidas. La inclusión del Káiser Wilhelm II (Christopher Plummer) es curiosa pero, en general, poco desarrollada. Plummer aporta un aire de resignación y de decadencia a su personaje, pero su papel es más un vehículo para ilustrar el declive de la monarquía alemana que un elemento activo en la historia.
La película, al final, se resigna a ser un melodrama ambientado en el corazón de la Segunda Guerra Mundial, un romance prohibido que, si bien es visualmente atractiva y cuenta con buenas actuaciones individuales, carece de la profundidad y la audacia necesarias para dejar una marca perdurable. Se intenta abordar temas como la identidad, la guerra y la moralidad, pero las soluciones son más fáciles que las preguntas. La película es entretenida, sin duda, pero no particularmente reflexiva. Se trata de una experiencia cinematográfica agradable, pero no especialmente trascendente.
Nota: 6/10