El último cazador de brujas (2015)

“El último cazador de brujas” es una película que, a pesar de sus ambiciones, no logra consolidarse como un clásico del género, pero sí ofrece un espectáculo visualmente impactante y un protagonista magnético. La historia, en esencia, es una reescritura moderna del cuento de Sleeping Beauty con una premisa atractiva: un cazador de brujas condenado a la inmortalidad y marcado por la pérdida de sus seres queridos. La película se basa en un ciclo repetitivo que, aunque sirve para subrayar el peso de la soledad y el dolor de Kaulder (Vin Diesel), también corre el riesgo de volverse monótono, aunque el director M. Night Shyamalan logra, en gran medida, mantener el interés del espectador.

Vin Diesel, con su habitual imponente presencia física, aporta una gran carga dramática al personaje de Kaulder. Su actuación, lejos de ser una simple demostración de fuerza bruta, explora la profundidad de un hombre consumido por la memoria y el luto. Sin embargo, el guion a veces no le da las herramientas necesarias para que la complejidad del personaje brille con mayor intensidad. A pesar de esto, su interpretación es innegablemente la columna vertebral de la película. Ólafur Darri Ólafsson, como el hechicero Belial, ofrece una interpretación amenazante y sutil, aportando un contrapunto interesante al tono general de la película, aunque su papel, en última instancia, se siente un tanto secundario.

El uso visual de Shyamalan es, como siempre, impecable. La película está repleta de imágenes impactantes, desde las batallas mágicas hasta los paisajes desolados que reflejan el estado emocional de Kaulder. El diseño de producción es particularmente notable, creando un mundo gótico y opresivo que es tanto hermoso como inquietante. La banda sonora, igualmente, contribuye a la atmósfera general, reforzando las sensaciones de melancolía y desesperación. Sin embargo, la estética, por sí sola, no puede compensar las debilidades del guion, que a menudo se apoya en tropos clichés del género y recurre a giros argumentales predecibles. La trama, aunque mantiene un ritmo constante, carece de la originalidad que permitiría elevar la experiencia cinematográfica.

A pesar de sus fallos, “El último cazador de brujas” es una película visualmente atractiva y con un protagonista entrañable. La premisa es lo suficientemente interesante como para enganchar al espectador, y el trabajo de Shyamalan en la dirección y la estética son convincentes. No obstante, la falta de una profundidad temática más allá del luto y la soledad, y las soluciones narrativas a veces simplistas, impiden que la película alcance su máximo potencial. Es un entretenimiento sólido, pero no trascendente. Es una película que te deja con una sensación agridulce, tanto por la belleza de sus imágenes como por la frustración de no haber visto una historia verdaderamente memorable.

Nota: 6/10