El último día en la Tierra (2021)

“El último día en la Tierra” se presenta como una de las películas de ciencia ficción más resonantes de los últimos tiempos, no tanto por su innovación radical, sino por su manera de construir una narrativa emocionalmente cargada alrededor de un desastre inminente. La premisa –una luna rojiza que engulle la Tierra y la única esperanza reside en un astronauta renegado– es, en sí misma, un cliché. Sin embargo, la película consigue, de alguna manera, transmutar ese tropo en una experiencia visceral y profundamente conmovedora. La dirección de Roland Emmerich, conocido por su manejo de efectos especiales y desastres naturales, demuestra una notable evolución al centrarse en la humanidad y el impacto psicológico de la catástrofe, en lugar de simplemente ofrecer espectáculo visual. Sus escenas de preparación para el viaje espacial, saturadas de tensión y claustrofobia, son particularmente efectivas, utilizando la iluminación y el sonido para crear una atmósfera opresiva que anticipa la inminente destrucción.

La película no se limita a la acción; el núcleo de su atractivo reside en las actuaciones. Jake Gyllenhaal entrega una interpretación magistral como Paul, un astronauta atormentado por su pasado y desconfiado de la humanidad. Su Paul no es un héroe tradicional; es un hombre roto, plagado de dudas y remordimientos, que lucha contra su propia conciencia mientras se enfrenta a la posibilidad de salvar al mundo. Sus interacciones con Rihanna, interpretada con una sorprendente vulnerabilidad, generan un interesante y sutil contraste entre su desconfianza inicial y una conexión que emerge como inesperada. La química entre ambos actores es el motor principal de la historia, y la evolución de su relación proporciona una dimensión humana crucial a la narrativa. No obstante, algunos de los personajes secundarios, diseñados para construir una historia de fondo, resultan algo planos y carentes del peso emocional que se buscaba.

El guion, aunque a veces se inclina hacia la melodramatización, logra un equilibrio interesante entre la ciencia ficción dura y la reflexión existencial. La película plantea preguntas inquietantes sobre la naturaleza humana, el arrepentimiento, el amor y el valor de la vida. El ritmo es deliberadamente pausado, permitiendo que la tensión se acumule gradualmente. Si bien la ciencia por detrás del evento apocalíptico puede parecer algo forzada, la película se concentra en el proceso de toma de decisiones individuales bajo circunstancias extremas. Los momentos de diálogo son densos y cargados de significado, y la película no rehúye de explorar las consecuencias emocionales del desastre. Es importante notar que, pese a la atmósfera de desesperación, hay un hilo conductor de esperanza y redención que ofrece un final, aunque agridulce, que se siente merecido.

Sin embargo, la película no está exenta de fallos. Algunos diálogos son un poco torpes y la banda sonora, aunque efectiva en algunos momentos, a veces resulta excesivamente prominente, ahogando en ocasiones la sutileza de las escenas. El tratamiento de la luna roja, que podría haberse explorado con mayor profundidad, se resuelve de manera algo rápida y simplificada. A pesar de estas pequeñas imperfecciones, “El último día en la Tierra” es una experiencia cinematográfica poderosa y emotiva que permanece en la memoria mucho después de que los créditos finales hayan terminado de rodar.

Nota: 7.5/10