“El último gran héroe” es, en esencia, una carta de amor a la comedia de acción de los años 40, un homenaje nostálgico y, a la vez, divertido a la estirpe de héroes que a menudo se sacrificaron en aras de la modernidad. La película, dirigida con una soltura y una visión refrescante por Mark Robson, no pretende reinventar la rueda, sino en su lugar, darles una nueva vida a las convenciones que alguna vez definieron el género. Robson consigue un equilibrio delicado entre lo retro y lo contemporáneo, manteniendo un ritmo ágil y un tono ligero que, aunque no llega a ser revolucionario, sí resulta gratificante.
La premisa, aunque sencilla, es lo que realmente funciona. La idea de que un joven espectador se filtre en una película de Jack Slater, interpretada con un encanto clásico y una química innegable por Burt Lancaster, es un punto de partida ingenioso. Lancaster se toma la comedia del personaje, sus exageraciones y su moralidad retorcida con una naturalidad que desbanca cualquier intento de imitación. La película no se toma a sí misma demasiado en serio, sabiendo que el objetivo principal es divertir, y Lancaster lo consigue con una actitud despreocupada y una gran dosis de carisma. El resto del reparto secundario, liderado por Virginia McKenna como la amada de Slater, ofrece un buen soporte actoral, contribuyendo al ambiente campestre y a la dinamismo de las escenas de acción.
El guion, escrito por Robert Towner y Ted Hudson, se basa en un esquema clásico: un héroe con un pasado turbulento, un amor platónico y una serie de situaciones cómicas que se desarrollan en un paisaje bucólico. Sin embargo, la película encuentra frescura en los diálogos, que son inteligentes, afilados y llenos de referencias al cine negro y a la comedia de acción. Se aprecia un respeto real por las películas que se homenajean, pero sin caer en la mera imitación. Las secuencias de acción, aunque coreografiadas con los recursos técnicos de la época, logran ser emocionantes y creativas. La película, consciente de sus limitaciones, saborea el momento, disfrutando de la exageración y la torpeza que caracterizan a este subgénero.
No obstante, “El último gran héroe” no está exenta de algunas fallas. A veces, la narrativa se vuelve un poco predecible, y algunos de los gags resultan un tanto repetitivos. El ritmo, aunque generalmente fluido, podría haber sido más consistente. Además, la banda sonora, aunque efectiva en su tono evocador, podría haber sido más audaz. Pero, en general, estas imperfecciones son leves y no impiden que la película sea una experiencia cinematográfica agradable y entretenida. El filme está inmerso en una atmósfera de optimismo y nostalgia, celebrando un pasado cinematográfico que, a pesar de sus limitaciones, sigue siendo profundamente querido.
Nota: 7/10