El último hombre (1996)

“El último hombre” (The Last Man) de James Fargo, filmada en 1963, es una película que se oculta a menudo entre los grandes westerns de Sergio Leone, pero que merece una reevaluación. La película se erige como un estudio sutil y perturbador sobre la violencia, la soledad y la fragilidad de la moralidad en un contexto social disoluto. Fargo, a pesar de su corta filmografía, demuestra una sensibilidad particular para explorar la decadencia del Viejo Oeste, lejos de la glorificación heroica que a menudo se le atribuye.

La dirección de Fargo es elegante y discreta. Evita los grandilocuentes despliegues de acción que dominaban la época, optando por una atmósfera densa y opresiva. El uso de la luz y la sombra, especialmente en las escenas nocturnas, refuerza la sensación de peligro inminente y la desesperación que impera en el pueblo. La película se construye poco a poco, dejando que la tensión crezca de manera orgánica, permitiendo que el espectador se sumerja en la atmósfera sombría. La película no busca grandes planos o efectos especiales; su fuerza reside en la sutileza y la atención al detalle.

La actuación de Robert Ryan como John Smith es magistral. Ryan, ya conocido por sus roles de héroes taciturnos y atormentados, aquí ofrece una interpretación especialmente compleja. Smith no es un héroe tradicional. Es un pistolero despiadado, sin escrúpulos, pero también se le vislumbra una profunda soledad y una búsqueda, casi inconsciente, de un código moral. Ryan logra transmitir estas contradicciones sutilmente, sin recurrir a clichés. Las escenas en las que Smith interactúa con otros personajes, especialmente con el sheriff (interpretado por Vincent Romano) y con una joven (interpretada por Dana Andrews), revelan el dolor y la vulnerabilidad que se esconden bajo su fachada de pistolero. El resto del elenco secundario, aunque menos prominente, aporta solidez a la película.

El guion, coescrito por Fargo y William Hale, es quizás el elemento más interesante de la película. La historia se desarrolla con deliberada lentitud, permitiendo que el espectador se familiarice con los personajes y la dinámica del pueblo. El conflicto entre las bandas rivales no es el foco principal; la película se centra en la individualidad de Smith y en su lucha interna por encontrar un significado en un mundo sin valores. La exploración de la "honra" en el contexto de la ley seca es particularmente perspicaz. La película plantea la pregunta de si la honra es un constructo social, una ilusión, o si puede existir en un mundo donde la ley es corrupta y la violencia es omnipresente. La manera en que se aborda la corrupción local es inquietante, mostrando que el mal se infiltra en todos los niveles de la sociedad.

En definitiva, "El último hombre" es una película de western atípica, que desafía las convenciones del género. Es una historia melancólica y reflexiva que invita a la contemplación. No es una película llena de acción trepidante, sino una exploración profunda de la naturaleza humana y de la fragilidad de la moralidad. Se encuentra a menudo olvidada, pero merece ser redescubierta.

Nota: 7/10