“El último segundo” no es una película que redefine el género de acción tensa y claustrofóbica, pero sí que logra generar una atmósfera de suspense palpable y, en ocasiones, visceral. La película se centra en la carrera contra el tiempo de Pierce, un antiguo experto en explosivos, para detener a un psicópata implacable que ha sembrado el terror en Seattle. La premisa, aunque no particularmente original, es llevada a cabo con una meticulosidad y atención al detalle que se nota desde los primeros minutos. La dirección de Gareth Edwards se adhiere a un estilo realista, evitando los trucos excesivos y apostando por la tensión psicológica, logrando que el espectador sienta la angustia y la desesperación de los personajes.
Edwards consigue mantener la cámara constantemente en movimiento, utilizando planos cortos y encuadres estrechos que recrean la sensación de estar atrapado en una situación límite. Este vaivén constante, junto con la banda sonora inquietante, crea una experiencia inmersiva que te hace olvidar que estás viendo una película. Sin embargo, la película no se pierde en la mera acción; explora también la soledad y el trauma de Pierce, un hombre atormentado por su pasado y las consecuencias de su trabajo. Es en estos momentos donde la película alcanza su mayor profundidad, aunque a veces se siente un poco superficial al tratar estos temas.
La actuación de Nikolaj Hübert como Pierce es el corazón de la película. Hübert ofrece una interpretación magnífica, transmitiendo la fragilidad y la determinación del personaje con una sutileza conmovedora. Su Pierce es un hombre roto, consumido por la culpa y el miedo, y la intensidad de su interpretación es fundamental para que el público se conecte con su lucha. La química entre Hübert y la actriz que interpreta a Kathleen (Sarah Scott) es otro punto fuerte. Su relación, aunque basada en la necesidad y la urgencia, aporta un elemento humano a la narrativa, evitando que la película se convierta en un mero ejercicio de acción.
En cuanto al guion, “El último segundo” presenta algunas inconsistencias. Si bien la trama principal es sólida y el ritmo es adecuado, algunos diálogos se sienten forzados y la resolución final, aunque satisfactoria, podría haber sido más elaborada. Se percibe cierta dependencia en la tensión y el suspense, a veces a expensas de desarrollar las motivaciones del antagonista y ofrecer una justificación más profunda a sus acciones. No obstante, la película logra mantener el interés del espectador durante la mayor parte de su duración, gracias a su atmósfera opresiva y a las interpretaciones convincentes de sus protagonistas. La sensación de que el tiempo se acaba constantemente es contagiosa, manteniendo al espectador al borde de su asiento.
Nota: 7/10