El último vuelo del Arca de Noé (1980)

“El último vuelo del Arca de Noé” es una película que, a primera vista, ofrece una premisa original y atractiva: un bombardero desvencijado, un equipo improvisado y una misión desesperada en la selva tropical. Sin embargo, la ejecución no cumple del todo con las expectativas, ofreciendo un entretenimiento ligero, pero carente de la profundidad emocional y el impacto visual que podría haber elevado la experiencia. La película, dirigida por Niels Arden Oplev, se apoya en un melodrama familiar con toques de aventura, pero no logra consolidar una narrativa cohesionada y memorable.

La película se centra en Noah, interpretado con una seriedad admirable por Russell Crowe, un hombre marcado por su pasado que acepta un trabajo poco ortodoxo para aliviar sus problemas financieros. Crowe entrega una actuación sólida, dotando al personaje de un aire de melancolía y vulnerabilidad que se contagia al espectador. Sin embargo, el guion se centra demasiado en sus conflictos internos, relegando a los secundarios a roles de relleno. La presencia de la directora de orfanato, interpretada por Miranda Otto, aporta un elemento de carisma y profesionalidad, aunque su arco narrativo se siente superficial. La relación con los dos niños, vividos por Jack Fox y Finley Price, es lo más interesante, creando momentos genuinamente conmovedores, especialmente en su lucha por adaptarse a un entorno desconocido. Sin embargo, el guion no explora plenamente la dinámica entre ellos, ni sus propios traumas.

La dirección de Oplev se caracteriza por un estilo contemplativo, que permite desarrollar el ambiente de la isla y la relación de los personajes con la naturaleza. La cinematografía, en general, es agradable, aunque carece de un componente visual particularmente distintivo. Los planos a veces son demasiado largos, ralentizando el ritmo de la película y generando cierta fatiga visual. La banda sonora, aunque efectiva en algunas escenas, se siente repetitiva y predecible. Si bien el argumento plantea preguntas sobre la moralidad y las responsabilidades, estas no se exploran con la profundidad que merecen. Se trata de un melodrama con una reflexión rápida, más preocupada por la estética que por la sustancia.

La película, aunque entretenida en su trama inicial, carece de un final satisfactorio. La resolución de la crisis que obliga al aterrizaje prematuro es un tanto forzada y no ofrece una conclusión emocionalmente resonante. El uso de los animales como metáfora, aunque presente, no llega a ser particularmente impactante. “El último vuelo del Arca de Noé” es una película correcta, con momentos de belleza y una buena actuación de Russell Crowe, pero que, en definitiva, se queda en un intento de ser más de lo que realmente es: una historia familiar con un toque de aventura, incapaz de trascender su propia simplicidad.

Nota:** 6/10