El valle de las muñecas (1967)

“El Valle de las Muñecas” (1969), dirigida por Robert Aldrich, no es una película que entre en el disfrute puro; es una experiencia cinematográfica que exige una buena dosis de introspección y, posiblemente, una mirada crítica hacia la propia naturaleza del glamour y el consumismo. La película, basada en la novela de Jacqueline Susan, nos sumerge en un mundo despiadado y decadente donde la búsqueda de la fama se convierte en una obsesión destructiva, alimentada por la insatisfacción, la adicción y la pérdida de la identidad.

Aldrich, maestro del drama psicológico, construye un ambiente opresivo y claustrofóbico, utilizando la fotografía en tonos apagados y las decoraciones minuciosas para transmitir la sensación de una lenta e inexorable degradación. El Valle de las Muñecas no es un escenario físico; es una metáfora de la deshumanización que sufren estas jóvenes, atrapadas en un sistema que las reduce a meros objetos de consumo. La dirección es impecable, y Aldrich, con su habitual precisión, se adentra en la psique de sus personajes, explorando sus miedos, sus frustraciones y sus fantasías con una sutileza inquietante.

El reparto es excepcional. Sharon Tate, en su papel como Sharon, transmite una vulnerabilidad palpable, mostrando la angustia de una mujer que ve su carrera profesional desmoronarse debido a una enfermedad devastadora. Patty Duke, que además tuvo que asumir el papel por una lesión de la actriz original, ofrece una interpretación poderosa como Peggy Williams, una cantante ambiciosa que se hunde en la adicción para escapar de la presión de la fama. Barbara Parkins, en el papel de Clara Cunningham, aporta una mezcla de inocencia y desesperación, mostrando cómo la falta de oportunidades y la búsqueda de la aprobación externa pueden conducir a la autodestrucción. Las actuaciones son honestas, evitando la sentimentalidad excesiva y sumergiéndose en la complejidad de los personajes.

El guion, adaptado de la novela, es inteligente y perturbador. No se apela a clichés baratos ni a melodramas simplistas. En cambio, se presenta una crítica mordaz a la industria del entretenimiento y al culto a la imagen. La película no juzga a sus personajes, sino que los explora con una empatía incómoda, mostrando las consecuencias de sus elecciones y la falta de apoyo que sufren. La trama, aunque lenta en algunas partes, se desarrolla con un ritmo pausado y deliberado, permitiendo que el espectador se sumerja en la atmósfera opresiva de la historia. La tensión no surge de explosiones o persecuciones, sino de miradas, conversaciones cortas y momentos de silencio que revelan la profundidad de la miseria de los personajes. El final, especialmente, es inquietante y deja al espectador con una sensación de amargura.

En definitiva, "El Valle de las Muñecas" es una película inquietante y memorable que sigue resonando más de medio siglo después de su estreno. No es un espectáculo fácil de digerir, pero su mensaje sobre la naturaleza destructiva de la fama y la pérdida de la identidad es profundamente relevante.

Nota: 8/10