“El Valle del Arco Iris” (1970), una joya olvidada del cine musical, es una película que se siente como un viaje a un pasado idealizado y, a la vez, profundamente conmovedor. A primera vista, la trama –un irlandés y su hija llegan a un pueblo empobrecido dominado por un tirano, con un lingote de oro que promete prosperidad– parece algo sencilla y predecible. Sin embargo, Stanley Donen, conocido por su maestría en la comedia musical, logra tejer una historia que trasciende la mera superficialidad del género, explorando temas de justicia, esperanza y la búsqueda de la identidad.
Fred Astaire, en el papel de Finian McLonergan, ofrece una actuación encantadora, pero se encuentra en un punto de inflexión en su carrera. Astaire, ya un icono consolidado, se adentra en un personaje que requiere tanto elegancia como vulnerabilidad. Su danza, siempre impecable, no es solo entretenimiento; es una forma de comunicación, de expresión de emociones que a menudo escapan al diálogo. Petula Clark como Sharon aporta una frescura y una inocencia necesarias, y su romance con el joven campesino, Michael Kidd, es un contrapunto emotivo al tono general de la película.
Lo que realmente distingue a “El Valle del Arco Iris” es la dirección de Donen. Su manejo de la cámara es exquisito, con planos que capturan la belleza agreste del paisaje y la atmósfera particular del pueblo. La película tiene un encanto visual que se extiende más allá de los números musicales, creando una atmósfera de nostalgia y melancolía. La música, compuesta por Alex North, es, obviamente, espectacular y contribuye en gran medida al ambiente del film, aunque en algunas ocasiones, el acompañamiento musical es algo ostentoso.
El guion, coescrito por Donen y James Poe, tiene un mérito especial. La película no se limita a contar una historia de aventuras; explora la moralidad de Rawkins, el juez corrupto, y el impacto de su reinado en la vida de los campesinos. El villano, interpretado por Orson Welles, es un personaje más complejo de lo que aparenta. Su locura no es simplemente una excusa para su maldad, sino una consecuencia de su soledad y su aislamiento. La película aborda con sutileza la cuestión de la justicia social y la importancia de la comunidad. Además, el final, con su giro inesperado, es particularmente bien logrado, otorgando a la historia una profundidad y una resonancia que se quedan con el espectador.
En definitiva, "El Valle del Arco Iris" es una película que, a pesar de sus años, sigue manteniendo su frescura y su encanto. Es una joya del género musical que merece ser redescubierta y apreciada por su belleza visual, sus actuaciones memorables y su mensaje de esperanza y justicia.
Nota: 8/10