El vengador tóxico (1984)

“El Vengador Tóxico” no es, precisamente, una obra maestra cinematográfica, pero tampoco un simple entretenimiento vacío. James Gunn, el visionario detrás de esta película, entrega un espectáculo de proporciones épicas y un humor negro tan particular que, a pesar de su extraña premisa, logra enganchar al espectador desde los primeros minutos. La película se beneficia enormemente de la innegable química entre David Lee Roth y Mel Gibson, dos actores que, aunque a menudo son tratados como dos caras del mismo demonio, aquí complementan mutuamente la comedia, el horror y la tragedia que se entrelazan a lo largo de la historia.

La dirección de Gunn es, sin duda, el punto fuerte de la película. Es un caos calculado, una vorágine de situaciones absurdas y personajes excéntricos que, lejos de ser un problema, se convierten en la esencia del disfrute. La película se deleita en la exageración, en el humor que a veces traspasa los límites del buen gusto, y en la construcción de una atmósfera de locura progresiva. Hay momentos, como la escena del banco o la lucha contra la pandilla, que son puro espectáculo visual, coreografías frenéticas de acción y efectos especiales que, a pesar de su edad, se ven sorprendentemente bien. Pero la película va más allá de la acción; se preocupa por explorar la evolución del personaje de Gibson, Melvin, desde un hombre ordinario y patético hasta un monstruo con un sentido moral peculiar.

La actuación de Mel Gibson es, en mi opinión, la pieza central de la película. El actor se entrega por completo al papel, mostrando una transformación física y emocional impactante. No es un simple juego de maquillaje; Gibson interpreta con convicción la angustia, la confusión y, finalmente, la aceptación de Melvin como el “vengador tóxico”. Sin embargo, el verdadero alma de la película reside en David Lee Roth, quien, como el personaje de Otis, proporciona la dosis justa de irreverencia y comentario social. Su presencia, aunque breve, enriquece la historia y, a veces, la lleva a terrenos sorprendentemente reflexivos.

El guion, aunque a veces se basa en la premisa del “más es más” en cuanto a su humor, presenta algunos momentos de brillantez y perspicacia. La película aborda temas como la redención, la culpa, la identidad y la responsabilidad social, pero lo hace de una manera poco convencional, utilizando el humor y la exageración para cuestionar las percepciones del espectador. No es una narrativa compleja, sino una serie de escenas impactantes que, en conjunto, construyen un relato memorable, aunque un poco desordenado. La banda sonora, con sus referencias a la música pop de los 80, refuerza la atmósfera de nostalgia y dislocación.

A pesar de las fallas, como la dependencia excesiva de efectos especiales que a veces distraen de la trama, “El Vengador Tóxico” es una experiencia cinematográfica única. James Gunn ha creado un homenaje al cine de monstruos de los 80, pero también una crítica mordaz al consumismo, a la cultura de los superhéroes y a la superficialidad de la sociedad moderna. Es una película que no esperas entender, pero que, de alguna manera, te atrapa y te hace reír, llorar y cuestionarte tu propia percepción de la realidad.

Nota: 7/10