“El viaje de Arlo” es una película que, sorprendentemente, no tiene miedo de explorar un "qué pasaría si" bastante radical: ¿y si los dinosaurios nunca se hubieran extinguido? La premisa, aunque inicialmente pueda sonar como un ejercicio de ciencia ficción pura y dura, se transforma en una reflexión fascinante sobre la convivencia, el prejuicio y la evolución de las relaciones humanas. La dirección de Michael Petrovsky logra crear una atmósfera de palpable incertidumbre y respeto por el mundo prehistórico, lejos de recurrir a la estética de aventura infantil o a la simple comedia. La película no busca glorificar los dinosaurios, sino mostrarlos como criaturas complejas con sus propios comportamientos, rutinas y, por supuesto, sus instintos depredadores.
La película se centra en Arlo, un joven humano que, al igual que su especie, ha evolucionado junto a los dinosaurios. Su relación con una joven *Velociraptor* llamada Saara es el núcleo emocional de la historia. La química entre las actuaciones de Michael J. Reynolds y Olivia Holt es notable. Reynolds, en particular, logra transmitir la vulnerabilidad y la creciente comprensión de Arlo ante un mundo que le resulta a la vez familiar y aterrador. Holt, a su vez, aporta una elegancia y una fuerza silenciosa a Saara, mostrando la complejidad de una criatura acostumbrada a la supervivencia. La película no se limita a la comedia, pues también se atreve a explorar temas más serios: el miedo a lo desconocido, la necesidad de adaptación y las consecuencias de la intolerancia.
El guion, escrito principalmente por Petrovsky y David Thompson, es donde la película realmente brilla. Evitando clichés y simplificaciones, presenta una narrativa que se desarrolla de manera orgánica, centrándose en las pequeñas interacciones y en el proceso gradual de aprendizaje mutuo entre los humanos y los dinosaurios. Aunque el ritmo puede resultar algo pausado para algunos espectadores, la película se beneficia de una construcción lenta y cuidadosa de personajes. Se profundiza en la idiosincrasia de cada especie, mostrando cómo sus diferencias culturales y biológicas generan tanto conflictos como oportunidades de crecimiento. El guion evita caer en soluciones fáciles y ofrece una visión realista, aunque idealizada, de un mundo donde la coexistencia es un desafío constante. La película, en su totalidad, está bien lograda y ofrece una perspectiva refrescante sobre el tema del contacto entre civilizaciones diferentes, incluso si la escala del encuentro es… diferente.
Nota: 7/10