El vuelo de las novias (2008)

“El vuelo de las novias” (1977), dirigida con elegancia por Theo Dorst, es una película que, más allá de su atractivo visual y su ambientación exótica, revela una profunda reflexión sobre el amor, la familia y las ilusiones desvanecidas en la búsqueda del sueño americano. La película, ambientada en la Nueva Zelanda de la década de los setenta, nos presenta a Ada, Esther, Marjorie y Frank, cuatro matrimonios holandeses que se embarcan en una aventura que se transforma rápidamente en una prueba de fuego para sus relaciones. La trama, aunque sencilla en su premisa, es rica en matices y en la forma en que explora las tensiones y secretos que se esconden bajo la superficie de las apariencias.

La dirección de Dorst es discreta pero efectiva. Evita los grandilocuentes panoramas típicos de las películas de emigración, optando por un realismo documental que transmite una atmósfera de incomodidad y desasosiego. La cámara se mueve con naturalidad, observando a los personajes en sus momentos de intimidad y sus conflictos. El uso de la luz y el color es exquisito, contribuyendo a crear una sensación de melancolía y añoranza, reflejando el vacío existencial que se cierne sobre los protagonistas. Es una película que se siente más como un retrato de un momento preciso en la vida de estos personajes que como una historia convencional con un principio, un desarrollo y un final predefinido. Dorst logra plasmar con maestría la sensación de estar presenciando un proceso, no un evento.

El reparto es, en su mayoría, excelente. Liesbeth de Vries, como Ada, ofrece una interpretación convincente de una mujer fuerte y reservada, atormentada por un pasado que la persigue. De Vries logra transmitir la complejidad de su personaje, mostrando la franqueza y la desconfianza que la definen. El resto del elenco, incluyendo a Kees Lavreysen como Frank, aporta un equilibrio perfecto, con interpretaciones sólidas que enriquecen la dinámica del grupo. Aunque la película se centra en las mujeres, la actuación de Lavreysen es crucial para entender el desencadenante de muchos de los conflictos que se desarrollan.

El guion, adaptado de la obra teatral homónima de Jan van Maarseveen, es quizás el punto más fuerte de la película. No se aferra a clichés ni a simplificaciones. En lugar de ofrecer soluciones fáciles o finales felices, se centra en mostrar las consecuencias de las decisiones de los personajes y el impacto de sus secretos en sus relaciones. La película no juzga a sus personajes, sino que los presenta tal como son: imperfectos, vulnerables y propensos al error. Se exploran temas como la infidelidad, la soledad, la pérdida de identidad y la dificultad de adaptar una nueva vida a un nuevo entorno. Es una película que invita a la reflexión y que obliga al espectador a confrontar sus propias ideas sobre el amor y la felicidad. La escritura es sutil y, a pesar la ausencia de diálogos grandilocuentes, logra transmitir la profundidad de las emociones y los conflictos internos de los personajes de forma muy efectiva.

Nota: 7.5/10