El vuelo del navegante (1986)

“El vuelo del navegante” (The Right Stuff), de Peter Weir, no es simplemente una película sobre pioneros de la NASA; es una meditación sobre la ambición, el sacrificio y la naturaleza humana en un período de exploración sin precedentes. Weir, conocido por su meticulosa atención al detalle y su capacidad para evocar atmósferas específicas, entrega una obra que supera la simple narrativa de aventura, convirtiéndose en un retrato de un tiempo y un espíritu que nos resulta a la vez fascinante y conmovedor.

La dirección de Weir es, sin duda, el pilar fundamental de la película. El uso de la luz y el color es exquisito. Los primeros planos de los rostros de los pilotos, con sus arrugas, sus nervios y sus miedos, transmiten una carga emocional inmensa. La película se siente densa, casi palpable, gracias al uso de planos largos y a la lentitud deliberada en la construcción de las escenas. Esta técnica no es sólo estética; refuerza la idea de que la preparación para un vuelo espacial era un proceso largo, arduo y lleno de incertidumbre. Observar el meticuloso trabajo de preparación, la fabricación de los trajes espaciales, la calibración de los instrumentos, crea una sensación de inmersión que te transporta al entorno de la NASA de mediados del siglo XX.

Las actuaciones son, en su mayoría, sobresalientes. Richard Gere, como Gordon Cooper, ofrece una interpretación serena y profundamente humana, capturando la vulnerabilidad y la determinación del personaje. Matthew McConaughey, en su debut en la gran pantalla, está particularmente impresionante como Chuck Yeager. Su interpretación es visceral, transmitiendo la audacia y el riesgo inherente a la misión de romper la barrera del sonido. Sin embargo, la verdadera joya de la película reside en Dennis Quaid como Gordon Cooper. Su Cooper es un hombre de principios, un piloto excepcionalmente competente que lucha por ser reconocido por sus logros, enfrentándose a la burocracia y a las ambiciones de los demás. La química entre los tres protagonistas es notoria y alimenta la dinámica de la película.

El guion, adaptado de la novela de Tom Wolfe, es inteligente y sutil. No se centra únicamente en el heroísmo; explora las tensiones internas de los personajes, sus obsesiones, sus secretos y sus miedos. La película también dibuja un retrato honesto y a menudo brutal del ambiente de la NASA, mostrando la competitividad, el escepticismo y la falta de reconocimiento que experimentaban los pioneros de la exploración espacial. La crítica implícita a la obsesión con la carrera espacial y al costo humano que implicaba, es sutil pero potente. La película no glorifica el espacio; lo presenta como un lugar de peligro, sacrificio y, a veces, de decepción.

En definitiva, "El vuelo del navegante" es una película que perdura. No es un espectáculo visualmente impactante, sino una experiencia emocionalmente rica que te invita a reflexionar sobre la perseverancia, el espíritu humano y la búsqueda de lo desconocido. Es una película que merece ser vista, repetida y apreciada por su elegancia, su profundidad y su honestidad.

Nota: 8.5/10