El Zapatero y La Princessa (1993)

“El Zapatero y la Princesa” es una película que, a pesar de su larga y tortuosa historia, emerge como una joya de la animación. La espera de casi medio siglo, marcada por la ambición, la frustración y la perseverancia de Richard Williams, le otorga una resonancia especial que trasciende la mera narrativa. Williams, un maestro del cortometraje y un innovador en técnicas de animación, se enfrentó a un desafío colosal: dar vida a una historia visualmente rica y emotivamente compleja sin recurrir a un diálogo, una decisión audaz que al principio parecía condenada al fracaso. Sin embargo, el resultado final es, contra todo pronóstico, un triunfo.

La película, adaptada de la leyenda árabe “Las mil y una noches”, narra la improbable amistad entre Hassan, un astuto ladrón, y Kamal, un zapatero modesto. La trama es sencilla, pero la ejecución es donde reside la verdadera magia. Williams, con una paciencia y dedicación extraordinarias, ha construido un mundo visualmente deslumbrante, un Bagdad vibrante, repleto de detalles y maravillas. El uso de la animación cuadro por cuadro, una técnica que Williams perfeccionó durante años, es simplemente asombroso. Cada movimiento, cada expresión facial, cada elemento del entorno está meticulosamente elaborado, creando una sensación de inmersión total. Se puede apreciar el esfuerzo artesanal que se ha vertido en cada fotograma, una dedicación que merece ser celebrada.

Si bien la falta de diálogo presenta un desafío inherente, Williams lo supera de manera magistral. La historia se cuenta a través de la acción, el lenguaje corporal, las expresiones faciales y la música. La banda sonora, compuesta por Milton Nascimento, complementa a la perfección la narrativa visual, intensificando las emociones y añadiendo profundidad a la historia. Las actuaciones, aunque en ausencia de voz, son excepcionales, especialmente la de los personajes principales. La interpretación de Kamal, el zapatero, es particularmente conmovedora, transmitiendo una gama de emociones a través de sus gestos y miradas. La complejidad de su transformación, de un hombre inseguro a un individuo valiente y decidido, es palpable.

Es cierto que la película puede sentirse un poco lenta para los espectadores modernos acostumbrados a ritmos más rápidos. La puesta en marcha es deliberadamente pausada, permitiendo al espectador apreciar cada detalle de la animación. Pero esta lentitud no es un defecto, sino una virtud que enfatiza el proceso, el esfuerzo y la belleza de la obra. “El Zapatero y la Princesa” no es solo una película de animación, es una obra de arte, un monumento a la perseverancia, a la pasión y a la increíble habilidad de un director visionario. Es una película que merece ser vista y apreciada, no solo por su valor histórico, sino por su belleza estética y emocional. Es un testimonio de la potencia de la imaginación y la dedicación.

Nota: 9/10