“Ella me odia” es, sin duda, una propuesta audaz y perturbadora que se aferra a la controversia para, en última instancia, ofrecer una visión distópica del deseo y la explotación. La película, dirigida por Alex Russo, no busca apelar a la emoción fácil, sino que se sumerge en un mundo de personajes moralmente ambiguos y situaciones incómodas, generando una experiencia cinematográfica que permanecerá en la memoria del espectador. La película no es un entretenimiento ligero; exige una atención y una cierta disposición a confrontarse con ideas desafiantes.
La dirección de Russo es precisa y, a veces, brutalmente efectiva. La atmósfera se construye lentamente, con una paleta de colores apagada que refleja la deshumanización de la trama. Se utiliza el espacio, a menudo claustrofóbico, para acentuar la sensación de aislamiento y desesperación de los personajes. Sin embargo, es importante señalar que la puesta en escena, aunque competente, a veces se ve eclipsada por la precaria construcción de personajes. El desarrollo de los personajes femeninos, en particular, se siente superficial en comparación con la profundidad que se concede al protagonista, un hombre aparentemente banal cuya situación, aunque excéntrica, resulta ser un detonante para explorar la dinámica del poder y la vulnerabilidad.
El actor principal, Noah Taylor, ofrece una actuación sutil y cautivadora. Su interpretación como el científico desestabilizado es la clave para que la película funcione. Capta con creces la ambivalencia moral del personaje, mostrando su resentimiento, su vulnerabilidad y, en ocasiones, incluso un atisbo de empatía. Las actrices que interpretan a las lesbianas, aunque no siempre reciben el mismo nivel de atención que el protagonista, logran transmitir la desesperación, la ambición y la fragilidad de sus situaciones. Particularmente digna de mención es la interpretación de Rachel Weisz, quien ofrece una actuación notable como una mujer que lucha por mantener su autonomía en un mundo que intenta reducirla a un objeto de deseo.
El guion, sin embargo, es el punto más frágil de la película. Si bien la premisa es intrigante, la narrativa a menudo se siente torpe y llena de clichés. El ritmo es irregular, con momentos de tensión explosiva intercalados con secuencias dilatadas que no logran profundizar en las motivaciones de los personajes. La justificación ética del “trabajo” del protagonista se presenta de forma desoladora, pero la película no ofrece suficiente análisis de las implicaciones sociales y psicológicas de sus acciones. Hay un intento, quizás, de comentar sobre las estructuras de poder y la objetivación, pero la exploración es reduccionista y carece de la complejidad que la situación exige. A pesar de ello, la película abre un debate necesario sobre la identidad, el deseo y la forma en que se utilizan y se negocian las relaciones de poder.
A pesar de sus defectos, “Ella me odia” es una película que se atreve a ir más allá de lo convencional. Es una película incómoda, que no busca ser agradable, pero que sí intenta provocar una reflexión sobre los aspectos más oscuros de la naturaleza humana. Su valor reside en su capacidad para desafiar las expectativas y generar un diálogo sobre temas delicados y controvertidos.
Nota: 6/10