Elvis (2022)

“Elvis” es una película que, irónicamente, no siempre es el rey en lo que respecta al placer visual. Baz Luhrmann, el director conocido por su exuberancia, nos entrega una experiencia cinematográfica intensa, a veces abrumadora, y que, aunque no es estrictamente una biografía tradicional, sí que busca capturar la esencia de una figura icónica. La película no se centra en los momentos más reconocibles del catálogo de Elvis Presley, sino que se adentra en las sombras, en las decisiones difíciles y en las relaciones turbias que lo moldearon. La película nos muestra un Elvis vulnerable, un hombre atrapado entre la promesa de la fama y la pérdida de su infancia, despojado de su inocencia y sometido a las exigencias implacables de su gestión.

El corazón de la narrativa reside en la relación entre Elvis y Tom Parker. Luhrmann construye una tensión palpable entre ambos, un tira y afloja constante basado en el poder, la ambición y el control. Austin Butler, en una actuación absolutamente deslumbrante, entrega una interpretación que va más allá de la imitación; logra transmitir la ambivalencia de Elvis, su fascinación por la fama, su miedo al fracaso y su profunda necesidad de aceptación. Butler no solo se parece físicamente a Elvis, sino que captura su lenguaje corporal, su modo de moverse y, lo más importante, su magnetismo innegable. La química entre Butler y Olivia DeJonge, que interpreta a la joven Dyanne Sawyer, añade una capa de realismo a la relación.

Sin embargo, la película se siente a veces demasiado frenética. El estilo característico de Luhrmann, con sus montajes rápidos, el uso de colores vibrantes y la banda sonora desmesurada, puede resultar abrumador y, en algunos momentos, distraer de la historia. El guion, aunque ambicioso, no siempre logra profundizar lo suficiente en las motivaciones de los personajes secundarios, reduciendo a algunos a meras arquetipos. La inclusión de la mirada de Priscilla Presley, a través de la interpretación de Riley Keough, es refrescante, ofreciendo una perspectiva femenina y, a menudo, más crítica de la dinámica de poder en juego. Keough logra transmitir la complejidad de Priscilla, su amor por Elvis, su desilusión y su lucha por encontrar su propia identidad en un mundo dominado por su esposo.

La película, en definitiva, es un retrato visceral de un momento crucial en la historia americana. No es una biografía exhaustiva, sino más bien un análisis estilizado y a veces excesivo de la figura de Elvis Presley y la influencia del hombre que lo llevó al estrellato. La película, a pesar de sus imperfecciones, es un espectáculo visualmente impactante y una experiencia emocionalmente potente. El uso de la música, por supuesto, es fundamental, y las interpretaciones originales de canciones clásicas, reimaginadas para la época, son particularmente efectivas. “Elvis” es un logro técnico y una oportunidad para redescubrir la vida de un icono a través de una lente diferente.

Nota: 8/10