“Emily” es una película que se adentra en la singularidad de una mente creativa, en la búsqueda de la voz interior y en las sombras que a menudo acompañan a la genialidad. La película, lejos de ofrecer una biografía literal, se presenta como una exploración de la experiencia interna de Emily Brontë, una joven atormentada por su inadaptación y una profunda necesidad de expresarse. La dirección de Charlotte Wells es notablemente sensible, logrando crear una atmósfera de melancolía y misterio que envuelve la historia desde el principio. Wells evita el sentimentalismo excesivo, optando por un estilo visual poético, con una fotografía exquisita que evoca el paisaje agreste de Yorkshire y el interior sombrío de la mente de Emily.
La película se centra en un periodo de tiempo relativamente breve en la vida de Emily, durante su estancia en la casa de su familia. La narrativa se desarrolla de manera fragmentada, como si estuvimos observando a través de un diario, lo que permite a la audiencia experimentar la confusión y la búsqueda de identidad de la protagonista. La banda sonora, cuidadosamente seleccionada, amplifica las emociones y contribuye a la atmósfera inmersiva. Sin embargo, el ritmo, aunque deliberado, puede resultar lento para algunos espectadores, especialmente en la primera mitad de la película. La inmersión en el aislamiento y la introspección de Emily requiere paciencia y una disposición a aceptar el ritmo pausado de la narrativa.
El reparto es excelente. Flo Abbey como Emily Brontë ofrece una interpretación convincente, transmitiendo con maestría la fragilidad y la intensidad de su personaje. La química entre Abbey y Alexandra Burke, quien interpreta a Charlotte Brontë, es palpable y la dinámica familiar se siente auténtica. Sin embargo, el desarrollo de la relación con Branwell, interpretado por Ferdinand Lewis Booth, aunque presente, carece de la profundidad que podría haberle conferido mayor peso emocional. La película sugiere la admiración y la idolatría de Emily por su hermano, pero no explora en detalle la compleja mezcla de sentimientos que probablemente experimentó, limitando, quizá intencionadamente, la complejidad de ese aspecto de su vida.
El guion, adaptado de la novela homónima de Marian Evans, es inteligente y sutil. No intenta responder a todas las preguntas sobre la vida de Emily, sino que se centra en los momentos clave que moldearon su personalidad y su obra. La película captura la esencia del proceso creativo, la lucha por encontrar las palabras adecuadas para expresar las emociones más profundas y la búsqueda de la autenticidad. La ambientación es impecable, transportando al espectador a la Inglaterra del siglo XIX, con un énfasis particular en la vida rural y las costumbres de la época. “Emily” es, en última instancia, una película sobre la voz interior, el poder de la imaginación y la importancia de ser fiel a uno mismo, incluso si eso significa ser un "inadaptado" en un mundo que no te entiende.
Nota: 7/10