En el estanque dorado (1981)

“En el estanque dorado” (Golden Pond) de George Innes, adaptada a la gran pantalla por Delbert Mann, es una obra conmovedora y reflexiva que explora la complejidad de las relaciones familiares y los desafíos de la vejez con una belleza melancólica y un sutil dramatismo. La película no intenta ofrecer escarceos grandilocuentes, sino que se centra en la intimidad de una pareja de ancianos, Ethel y Norman Thayer, mientras disfrutan de un verano en un idílico lago en Vermont. La atmósfera, con los colores de la naturaleza exuberante y el reflejo dorado del agua, se convierte en un espejo de las reflexiones internas de los personajes.

La dirección de Mann es precisa y elegante. Se deleita en la sutileza, utilizando planos largos y cuidadosos para captar la esencia de las interacciones entre los personajes. El uso de la luz y la sombra es especialmente notable, acentuando las emociones y los momentos de vulnerabilidad. La película no busca soluciones fáciles o finales felices; en cambio, se contenta con mostrar la evolución de las relaciones, con sus altibajos y sus silencios incómodos. El ritmo es pausado, lo que permite al espectador sumergirse en el mundo de los Thayer y absorber su historia.

La actuación de Jane Fonda como Ethel Thayer es una verdadera joya. Fonda ofrece una interpretación magistral de una mujer fuerte, inteligente y con un pasado turbulento. Su personaje no es simplemente una matriarca cariñosa; es una mujer con cicatrices emocionales que ha aprendido a soportar las decepciones y a enfrentar la adversidad con dignidad. La química entre Fonda y Henry Fonda, que aquí interpreta a Norman, es palpable y profundamente conmovedora. Henry, veterano de guerra con una personalidad gruesa y amargada, es un hombre atormentado por su pasado y por la percepción de haber fallado a su hija. Su interpretación, aunque a veces un tanto caricaturesca, es llena de matices y explora la tristeza silenciosa de un hombre que se siente solo. La evolución de su relación con Ethel, de la hostilidad inicial a una conexión más profunda, es el corazón emocional de la película.

El guion, adaptado de la obra de teatro de George Bernard Shaw, es inteligente y provocador. La película aborda temas universales como el arrepentimiento, la pérdida, la identidad y el significado de la vida. El diálogo es ágil y reflexivo, aunque a veces un tanto artificioso, lo que es común en las adaptaciones teatrales. Sin embargo, la película logra evitar que esta característica del guion disminuya el impacto emocional de la historia. El subtexto, la comunicación no verbal y la sutil ironía son elementos clave para entender la complejidad de las relaciones entre los personajes. La trama, que inicialmente parece sencilla, revela una profundidad inesperada al explorar las complejidades del pasado de Norman y su impacto en su presente.

“En el estanque dorado” no es una película que te haga reír a carcajadas, pero te invita a la reflexión. Es una obra que te llega al corazón y te recuerda la importancia de las conexiones humanas, la fragilidad de la vida y el valor de perdonar y comprender. Una película tranquila, elegante y profundamente humana, que merece ser vista y recordada.

Nota: 8/10