En el punto de mira (2008)

“En el punto de mira” es una experiencia cinematográfica que te atrapa desde el primer momento, aunque con la clara advertencia de que, como la propia vida, la verdad que presenta es fragmentada y subjetiva. La película, dirigida por Anton Corbijn, se erige como un ejercicio fascinante de suspense psicológico, en el que el espectador se convierte en un detective, intentando juntar los fragmentos de una tragedia y descubrir el veredicto final. Lo que comienza como una visita de estado presidencial a Salamanca se transforma rápidamente en una tensa danza de sospechas y testimonios contradictorios.

Corbijn, conocido por su mirada estoica y sus personajes enigmáticos, construye una atmósfera inquietante desde las primeras escenas. La fotografía, oscura y enigmática, refuerza la sensación de incomodidad y paranoia. La película no se centra en mostrar el atentado en sí, sino en explorar las reacciones, las motivaciones y las interpretaciones de aquellos que lo presencian. Cada uno de los ocho testigos – un periodista, un agente del FBI, un profesor universitario, un oficial de policía, una anciana, un joven y un político – ofrece su propia versión de los hechos, tejiendo una red de mentiras, halagos y manipulaciones. La inteligencia del guion reside precisamente en esta multiplicidad de perspectivas. La película no ofrece respuestas fáciles; al contrario, la deliberadamente deja abierta a la interpretación, lo que obliga al espectador a participar activamente en la construcción del significado.

Las actuaciones son excepcionales. James McAvoy ofrece una interpretación magistral como el presidente, transmitiendo una mezcla palpable de vulnerabilidad, determinación y, en ocasiones, una inquietante sensación de desorientación. Rebecca Ferguson, en el papel de la periodista, aporta una fuerza tranquila y una perspicacia innegable. El resto del reparto cumple con creces, cada uno aportando una capa más al complejo tapiz de personajes. Es notable cómo la película se basa menos en los diálogos y más en el lenguaje corporal y las miradas, creando así una tensión constante y una sensación de que algo oculto se esconde debajo de la superficie.

Sin embargo, la película no está exenta de fallos. En algunos momentos, la trama se vuelve un poco compleja y confusa, lo que puede resultar frustrante para el espectador. La construcción de los personajes, aunque generalmente sólida, no siempre llega a profundizar lo suficiente en sus motivaciones. A pesar de esto, el ritmo sostenido y la ambigüedad deliberada logran mantener la atención del espectador hasta el final. “En el punto de mira” no es un thriller convencional; es una meditación sobre la percepción, la verdad y la naturaleza humana, un ejercicio de suspense inteligente que te invita a cuestionar todo lo que crees saber.

Nota: 7.5/10