“En la línea de fuego” (Die Hard with a Vengeance) es, en esencia, un thriller de acción que si bien no redefine el género, lo hace con una energía palpable y una película que, a pesar de sus clichés, consigue mantenerte enganchado desde el principio hasta el desenlace. La película, dirigida por Joel Schumacher, se beneficia enormemente de la química entre Bruce Willis y Samuel L. Jackson, quienes conforman un dúo explosivo que redefine la dinámica de la persecución y el humor negro. Willis, ya en plena madurez como estrella de acción, ofrece a Frank Horrigan un veterano desgastado por la vida, un hombre atormentado por su pasado y que se ve forzado a confrontar su propia sombra para salvar al Presidente. La dirección de Schumacher es precisa y dinámica, y la película despliega escenas de persecución espectacularmente coreografiadas, que, aunque a veces pueden resultar exageradas, se integran perfectamente en la trama.
La trama, impulsada por la ambición de Leary (Jeremy Irons), el psicópata que ha transformado Washington D.C. en un tablero de ajedrez mortal, es un tanto predecible. Sin embargo, la película aprovecha al máximo el suspense y la tensión. La amenaza que se cierne sobre la ciudad, la necesidad imperiosa de encontrar las placas de la ciudad y las constantes persecuciones en lugares emblemáticos de Washington D.C. son elementos clásicos del género, pero se ejecutan con maestría y crean una atmósfera de peligro constante. Lo que eleva la película por encima de un simple ejercicio de acción es la manera en que Schumacher juega con la claustrofobia y el terror. No se trata de efectos especiales ostentosos, sino de la sensación de estar atrapado en una ciudad asediada, donde cada esquina podría ser la última. La película explora temas como la redención, el peso del pasado y la lucha por superar los demonios internos. Horrigan no es un héroe perfecto; es un hombre con un pasado oscuro y errores que lo persiguen, y la película explora su conflicto interior con honestidad.
Las actuaciones son sobresalientes en todos los niveles. Samuel L. Jackson aporta una energía vibrante y un humor mordaz que contrasta perfectamente con el tono sombrío de la película. Jeremy Irons, en el papel del psicópata, ofrece una interpretación inquietante y perturbadora. Su Leary es un villano inteligente, meticuloso y profundamente desquiciado, un adversario que Horrigan debe enfrentar no solo en el terreno físico, sino también en el terreno mental. La tensión entre los dos protagonistas, con sus diálogos afilados y sus enfrentamientos directos, es el núcleo de la película y la que la hace tan atractiva. Además, el ritmo frenético de la película, que no concede respiro al espectador, contribuye significativamente a mantener la atención. En definitiva, "En la línea de fuego" es un thriller de acción pulido, con un guion sólido, actuaciones convincentes y escenas de acción memorables que la convierten en una película imprescindible para los fans del género.
Nota: 8/10