“En tierras altas” (Higher Ground) no es una película fácil de digerir, ni tampoco pretende serlo. Es una inmersión profunda en la psique humana, un estudio de credulidad y la capacidad de la fe para crear refugios y, a la vez, cárceles. La película, basada en la autobiografía de Carolyn Briggs, nos presenta a una mujer que, tras una vida de precaridad y maternidad constante, encuentra un nuevo hogar en un campamento de evangelismo liderado por el carismático y controvertido Pastor Mark. Esta búsqueda de consuelo y pertenencia, lejos de ser una redención esperada, se convierte en una espiral de manipulación, aislamiento y, finalmente, una crisis existencial.
La dirección de Scott Conrad es magistral en su capacidad para generar una atmósfera opresiva y claustrofóbica. La película no recurre a shocks fáciles o a un melodrama grandilocuente, sino que opta por un realismo crudo y perturbador. La fotografía, con sus colores apagados y la iluminación constante, refleja el estado emocional de los personajes y el ambiente del campamento. Hay una meticulosa atención al detalle que intensifica la sensación de estar atrapado en ese mundo de promesas vacías y rituales repetitivos. La banda sonora, minimalista y a menudo inquietante, complementa perfectamente la narrativa.
Las actuaciones son sobresalientes. Danette Thompson, como Carolyn, entrega una interpretación incisiva y conmovedora. Su evolución, desde la esperanza inicial hasta la desesperación y, finalmente, la búsqueda de la verdad, es el corazón de la película. La interpretación de Mark (interpretado por Josh Hollander) es particularmente destacable: no es simplemente un líder manipulador, sino un hombre con una fe genuina, aunque distorsionada, que se ve inmerso en una red de consecuencias imprevistas. La película no juzga, ni demoniza a Mark, sino que explora la complejidad de sus motivaciones y las implicaciones de sus acciones.
El guion, adaptado de la memoria de Carolyn Briggs, es lo que realmente eleva a “En tierras altas”. No se centra en la simple narración de hechos, sino que explora las preguntas fundamentales sobre la fe, el amor, la familia y la búsqueda de significado. La película plantea dudas sobre la naturaleza de la salvación y la importancia de la autenticidad. La trama no es lineal; se adentra en la mente de Carolyn y nos permite experimentar su confusión, su miedo y, en última instancia, su determinación de recuperar el control de su vida. La película es ambigua en ciertos aspectos, dejando al espectador con muchas preguntas sin respuesta, y eso, en mi opinión, es un signo de su valía artística.
“En tierras altas” no es una película para todos los gustos, pero para aquellos que se atreven a confrontar sus propias creencias y a reflexionar sobre la complejidad de la condición humana, es una experiencia cinematográfica inolvidable. Es una película que permanece en la mente mucho después de que los créditos finales han terminado de rodar.
Nota: 8/10