“En un cajón de arena” es una película que, paradójicamente, consigue ser a la vez inquietantemente profunda y, a veces, ligeramente frustrante. La dirección de Julian Fellowes se distingue por un tono melancólico y onírico que envuelve la historia de Margaret, una mujer atrapada en la monotonía de su vida matrimonial y en un torbellino de fantasías, y que, francamente, nunca se siente demasiado preocupante. Fellowes no busca un melodrama convencional; el ritmo es deliberadamente lento, permitiendo que la audiencia se sumerga en el estado mental turbulento de Margaret, pero también creando una sensación de distanciamiento, como si la pelicula se mostrara a través de una ventana polvorienta.
El guion, adaptado de la novela homónima de Jane Urquía, es el elemento más interesante de la película. La premisa, la combinación de la realidad cruda de un matrimonio en crisis con la fuga a mundos de fantasía, es inherentemente rica en posibilidades narrativas. Sin embargo, la película a menudo se estanca en estas fantasías, perdiendo la fuerza dramática que podría haber logrado. Hay momentos de belleza visual y una escritura poética, particularmente en las descripciones de las fantasías de Margaret, que evocan imágenes vívidas y momentos de gran lirismo. Pero estas escenas a veces se alargan excesivamente, alejando la película del eje central de la historia, que es, en última instancia, la lucha de Margaret por confrontar sus miedos y tomar decisiones difíciles en su vida real. El guion, en su intento por explorar la psique de la protagonista, por vez a veces pierde el rumbo.
Las actuaciones son, en su mayoría, sólidas. Toni Collette ofrece una interpretación magistral como Margaret. Transmite con una sorprendente sutileza la fragilidad emocional de la protagonista, su desesperación y su anhelo de escapar de la realidad. Su capacidad para capturar la complejidad del personaje, sus contradicciones y su vulnerabilidad, es lo que realmente eleva la película. El resto del reparto, incluyendo a Ben Foster como el marido de Margaret, entrega interpretaciones adecuadas, aunque su personaje, en general, resulta algo plano y poco desarrollado. Foster, a pesar de su profesionalidad, no logra transmitir la profundidad del vínculo que existe entre los personajes.
Visualmente, “En un cajón de arena” es una película hermosa. La fotografía, con predominancia de tonos apagados y una paleta de colores sutilmente cambiante, crea una atmósfera opresiva pero también inquietantemente hermosa. El diseño de producción, que oscila entre el lujo discreto de la vida de Margaret en Manhattan y la rusticidad de las tierras africanas, contribuye a la sensación de irrealidad que impregna la historia. La banda sonora, compuesta por Alexandre Desplat, complementa a la perfección la atmósfera melancólica y onírica de la película. Sin embargo, la película, pese a su valor estético, termina siendo más un ejercicio de estilo que una narrativa completa.
Nota: 6/10