“Enemy” (2013), de Denis Villeneuve, no es una película que se disfruta de manera lineal. Es una experiencia cinematográfica que exige al espectador estar dispuesto a dejarse llevar por la atmósfera opresiva y la complejidad moral de su trama. La película no ofrece respuestas fáciles, sino que se adentra en las profundidades de la identidad, la paranoia y la búsqueda de un propio reflejo, aunque este reflejo provenga de una fuente inesperada. Villeneuve, un director que ha consolidado una estética muy personal, logra con "Enemy" una maestría en la construcción de tensión, ralentizando el ritmo a su favor, creando un espacio inquietante donde la incertidumbre es la protagonista.
La película se centra en Adam Gallagher (Jake Gyllenhaal), un profesor de historia que, tras un día cualquiera, se topa con un documental sobre un actor que lo imita de manera inquietante. Esta coincidencia lo obsesiona, dando inicio a una búsqueda que lo lleva a conocer a Thomas Abernathy (Ryan Gosling), un actor que es su doble, pero no solo en apariencia. Gosling ofrece una actuación sutil, pero profundamente reveladora. Su Thomas es un personaje enigmático, lleno de ambigüedad y con un aura de melancolía que le otorga un carisma particular. No es un villano clásico, sino un reflejo deformado de Adam, lo que genera un debate sobre quién es el verdadero agente en la trama. La química entre Gyllenhaal y Gosling es palpablemente tensa, tanto en el plano emocional como en el de la presencia física, intensificando las dinámicas de control y posesión.
El guion, adaptado de una novela de José Saramago, es el corazón de la película. Es deliberadamente ambiguo, presentando múltiples interpretaciones. La historia explora la idea de la dualidad, no solo como característica física, sino como una manifestación de la psique humana. La película plantea preguntas inquietantes sobre la represión, la sexualidad, el deseo y el miedo a la propia identidad. Villeneuve utiliza flashbacks y sueños de manera magistral, fragmentando la narrativa para mantener al espectador en constante estado de alerta, evitando la linealidad y creando un sentido de irrealidad. La dirección artística, con espacios grises y claustrofóbicos que reflejan el estado mental de Adam, contribuye a la atmósfera opresiva y perturbadora de la película. La banda sonora, minimalista y evocadora, complementa a la perfección la tensión visual y narrativa. El uso de colores, en particular el verde, se convierte en un símbolo recurrente, intensificando la sensación de peligro e intriga.
Si bien el ritmo pausado puede resultar desconcertante para algunos espectadores, la película recompensa la paciencia del público con una experiencia profundamente inquietante y reflexiva. "Enemy" no es una película para ver pasivamente; requiere una atención plena y una disposición a cuestionar lo que se ve. Es una obra compleja, oscura y, en última instancia, inolvidable, que permanece en la mente mucho tiempo después de que los créditos finales hayan terminado de rodar. Es una de las películas más originales y provocadoras de los últimos años, un ejemplo de la capacidad de Denis Villeneuve para dirigir películas que no ofrecen respuestas sino que plantean preguntas.
Nota: 8.5/10