Enséñame a bailar (1987)

“Enséñame a bailar” es una película que, paradójicamente, logra evocar tanto la inocencia perdida del verano como la cruda realidad de la transición. Dirigida con una sensibilidad palpable por parte de Brady Bauduin, la película se sitúa firmemente en la corriente de coming-of-age americano, un tropo que, sin embargo, no cae en la repetición de clichés. El filme se centra en Gemma, interpretada de manera brillante por Madelyn Cline, una adolescente de trece años que se encuentra en un punto de inflexión cuando su madre, recién casada, decide llevársela de su tranquilo hogar rural para vivir en la ciudad. Este cambio abrupto se convierte en el detonante de un viaje de autodescubrimiento que, aunque lento y a veces tedioso, se vuelve genuinamente conmovedor.

Bauduin se permite, de manera magistral, la lentitud como herramienta narrativa. No se apresura a ofrecer respuestas fáciles ni a forzar la conexión emocional. La película se basa en la observación, en la representación de pequeños detalles que revelan la creciente frustración de Gemma ante el desconcierto de la vida urbana. La dirección de fotografía, cuidada y con un evidente uso de colores pastel, crea una atmósfera melancólica y onírica que refleja el estado emocional de la protagonista. No es una película llena de acción o de diálogos impactantes, sino más bien un estudio psicológico del cambio y de la pérdida de la inocencia. La banda sonora, con baladas pop de los ochenta, complementa a la perfección la atmósfera general.

Las actuaciones son consistentemente sólidas. Madelyn Cline ofrece una interpretación natural y honesta de Gemma, transmitiendo con éxito su confusión, su rebeldía y su creciente enamoramiento. Aunque Rory, interpretado por Luke Brannigan, es un personaje relativamente plano y con un arco argumental limitado, Brannigan consigue generar cierta simpatía y química con Cline. Sin embargo, la fuerza principal de la película reside en la relación entre Gemma y su madre, interpretada con delicadeza por Casey Affleck. La dinámica familiar es el núcleo emocional de la historia y Affleck logra transmitir la complejidad de un vínculo marcado por el amor, la frustración y la imposibilidad de comprenderse completamente.

El guion, escrito por Brady Bauduin y Kevin Murphy, es moderadamente fuerte. Si bien la premisa es relativamente sencilla, el desarrollo de la trama es gradual y evita caer en melodramáticas excesivas. La película aborda temas como la identidad, la adaptación, la incomodidad social y la pérdida de la familia, pero lo hace de una manera sutil y reflexiva. El conflicto central, la lucha de Gemma por encontrar su lugar en un mundo que no comprende, es universal y resuena con fuerza en el espectador. No obstante, la historia podría haberse beneficiado de mayor profundidad en la exploración de la ciudad y de sus habitantes, que se presentan de forma algo superficial.

Nota: 7/10