EO (2022)

“EO” de Jerzy Skolimowski no es simplemente una película sobre un burro; es una meditación poética sobre la condición humana, disfrazada de historia de viaje. La película se erige como un testamento visual de la vulnerabilidad y la búsqueda de sentido en un mundo a menudo indiferente. Skolimowski, conocido por su cine reflexivo, nos entrega una obra minimalista pero profundamente emotiva, centrándose casi exclusivamente en la perspectiva de EO, el protagonista, un burro gris que comienza su recorrido con una cualidad de soledad persistente, un vacío que se llena lentamente a medida que el espectador se sumerge en su viaje.

La dirección de Skolimowski es, sin duda, la pieza clave del éxito de la película. El uso del plano secuencia, en muchos momentos, es magistral, nos sumerge completamente en la experiencia de EO. La cámara, siempre paciente y observadora, no interrumpe el viaje del burro, sino que lo acompaña, registrando sus interacciones, sus reacciones y su simple existencia. El director evita la sentimentalidad explícita, optando por un estilo visualmente rico y sugerente, que permite al espectador proyectar sus propias emociones en la historia. La ausencia de diálogo, salvo ocasionales interacciones breves, intensifica la sensación de incomunicación y aislamiento, pero también la de conexión silenciosa con el personaje.

La actuación de Paul Dano como EO es sencillamente extraordinaria. Dano no se limita a dar vida a un animal; se convierte en EO. La mirada de Dano es la puerta de entrada a la sensibilidad del burro, reflejando una mezcla de curiosidad, preocupación y una innegable melancolía. Su expresión facial, su lenguaje corporal, cada pequeño movimiento comunica una profundidad emocional que desafía las expectativas y obliga al espectador a empatizar con este personaje no convencional. El resto del elenco secundario, tanto actores como extras, contribuye al atmósfera y a la credibilidad del mundo que se presenta.

El guion, a pesar de su aparente simplicidad, es notablemente efectivo. La trama, construida sobre la marcha a través de los encuentros de EO con diversas personas (un grupo de excursionistas, un niño, un artista), no busca ofrecer soluciones ni resoluciones. En cambio, se centra en la exploración de la interacción entre el animal y el mundo que le rodea. Estos encuentros, algunos benignos, otros hirientes, son retratados con una honestidad brutal, sin idealizaciones ni justificaciones. La película aborda temas como la explotación animal, la soledad, la búsqueda de un lugar en el mundo, pero lo hace con una sutileza que evita la moralización. La película es, ante todo, una experiencia sensorial y emocional, un viaje introspectivo que invita a la reflexión.

“EO” no es una película que deje la impresión de haber visto algo grandioso en el sentido tradicional. No hay acción trepidante, ni efectos especiales espectaculares. Sin embargo, su fuerza reside precisamente en su modestia, en su capacidad para transmitir un mensaje poderoso a través de la observación paciente, la dirección impecable y la interpretación conmovedora de Paul Dano. Es una obra memorable que nos recuerda que, a veces, la mayor riqueza se encuentra en la simplicidad y en la capacidad de ver el mundo a través de los ojos de otro.

Nota: 8/10