“Éramos pocos y llegaron los aliens” no es una película que busca la perfección, ni tampoco pretende engañar al espectador con efectos especiales deslumbrantes. Es, en cambio, una comedia postapocalíptica que se sirve de la peculiaridad de su premisa para ofrecer un entretenimiento refrescante y sorprendentemente entretenido. La película, a pesar de su aparente simplicidad, logra generar un ambiente de humor absurdo y un genuino sentido de urgencia, creando una experiencia cinematográfica memorable.
La dirección de Jon Hurwitz, Ryan Nadwajski y Todena Merrill es notable por su habilidad para aprovechar al máximo el presupuesto limitado. Logran establecer un tono cómico y de locura desde el principio, estableciendo la dinámica entre los tres protagonistas: Leo (Charlie Stillitano), un humano que intenta sobrevivir a todo; Gus (Nicholas Hoult), un vampiro rebelde que se hartó de la jerarquía vampírica; y Marcus (Danny McBride), un zombie con un particular sentido del humor negro y una incapacidad para apreciar el horror de su propia condición. El ritmo es ágil, las escenas de acción son dinámicas y, sobre todo, la película se atreve a la improvisación, permitiendo que las situaciones cómicas florezcan de forma orgánica.
Las actuaciones son, en general, excelentes. Charlie Stillitano aporta una vulnerabilidad conmovedora a Leo, mientras que Nicholas Hoult redefine al vampiro canalla con un toque de auto-deprecación. Pero la verdadera joya del film es Danny McBride, que ofrece una interpretación de lo más peculiar de Marcus, el zombie. Su interpretación no es simplemente caricaturesca, sino que captura la esencia de un ser que, a pesar del horror de su existencia, intenta mantener un espíritu alegre y un humor negro que a veces resulta exasperantemente positivo. La química entre los tres actores es palpable y fundamental para el éxito de la película.
El guion, a pesar de sus momentos de exageración, se vale de la inteligencia humorística para construir sus personajes y sus relaciones. Se juega con los tropos del cine de apocalipsis, pero los subvierte constantemente con situaciones inesperadas y diálogos ingeniosos. La película no se toma a sí misma demasiado en serio, y eso es, en definitiva, su punto fuerte. Además, el planteamiento de un mundo donde vampiros, zombies y humanos coexisten en una jerarquía social, aunque sea ficticia, ofrece un punto de partida interesante para la exploración de temas como la adaptación, la supervivencia y, por qué no, la amistad inesperada.
Sin embargo, la película no está exenta de fallos. Algunos diálogos resultan un poco forzados, y la resolución del conflicto con los extraterrestres podría haber sido más elaborada. No obstante, estas pequeñas deficiencias se disipan rápidamente gracias a la innegable diversión que ofrece la película. “Éramos pocos y llegaron los aliens” es una comedia postapocalíptica refrescante, original y, sobre todo, muy entretenida.
Nota: 7/10