Érase una vez Deadpool (2018)

“Érase una vez Deadpool” no es simplemente una revisión, es una broma interna elaborada y con un cariño innegable hacia la película que la precede, “Deadpool 2”. La decisión de presentar la película al actor Fred Savage, interpretando un Deadpool reminiscente del abuelo que contaba cuentos, no solo funciona como un guiño inteligente al público, sino que actúa como una excusa para una experiencia cinematográfica que, por sorpresa, resulta ser sorprendentemente entretenida y, en algunos aspectos, incluso más ingeniosa que su predecesora. La estrategia, aunque inicial y algo previsible, se sostiene gracias a la dirección habilidosa de Shawn Levy, quien ha logrado mantener el tono de humor absurdo y la irreverencia que caracterizan al personaje, pero sin recurrir a la violencia explícita y el lenguaje ofensivo que marcaron el film original.

La película se centra en la misión de Deadpool para salvar a su hija, Francis, de un peligroso culto. Esta trama, que en principio podría parecer sencilla, se ve magnificada por el constante juego con el formato de cuento de hadas. Las escenas entre Deadpool y Savage están plagadas de humor verbal, diálogos inteligentes y un ritmo constante que evoca la atmósfera de los cuentos de hades clásicos, intercalados con momentos de acción que, si bien reducidos, son coreografiados con la misma precisión y creatividad de David Leitch. La inclusión de nuevas escenas, aunque algunas resulten un poco forzadas en términos de narrativa, sirven principalmente para ampliar la caracterización del personaje y explorar aspectos de su pasado que antes permanecían ocultos. Se aprecia, especialmente, el desarrollo de la relación entre Deadpool y Francis, dotándola de una profundidad y vulnerabilidad que la convierten en una pieza central del arco argumental.

Ryan Reynolds, como siempre, ofrece una interpretación magistral, equilibrando a la perfección la fragilidad emocional del héroe con su habitual sarcasmo y auto-deprecación. Su interacción con Fred Savage es un triunfo cómico, generando momentos de genuino disfrute y creando una dinámica que funciona de maravilla. No obstante, la película no siempre logra mantener el mismo nivel de brillantez que el original. Algunas situaciones, especialmente las relacionadas con el culto, carecen de la ambigüedad moral y la oscuridad que hacía tan interesante la trama de "Deadpool 2". Sin embargo, la película compensa estas deficiencias con su gran cantidad de gags visuales, referencias a la cultura pop y un humor que, en general, es mucho más accesible para un público más amplio.

En definitiva, “Érase una vez Deadpool” es una curiosa y divertida revisión que, aunque no alcanza la grandeza de su predecesora, ofrece una experiencia cinematográfica sólida y entretenida, especialmente para aquellos familiarizados con el universo de Deadpool. La película se beneficia de un tono más ligero, una narrativa más accesible y un cariño evidente por el material original. Es una concesión inteligente a la clasificación PG-13, que permite a un mayor número de espectadores disfrutar de la irreverencia y el humor único del personaje, sin sacrificar por completo la esencia de lo que lo hace especial. Una película que, en última instancia, es un homenaje y un guiño inteligente a una de las películas de superhéroes más originales de la última década.

Nota: 7/10