“Érase una vez en China IV: El rey del viento” no es solo una secuela; es una reafirmación de la maestría de Jackie Chan en la acción y una celebración, aunque a veces un poco forzada, de la figura de Wong Fei-Hung. Tras décadas de espera y múltiples adaptaciones, la película nos regresa a un final de siglo XIX dominado por la inestabilidad política y la amenaza de las potencias extranjeras. La trama, centrada en un concurso internacional de Danza del León, podría parecer simple a primera vista, pero sirve como el telón de fondo para una serie de escenas de acción coreografiadas de una manera que solo Jackie Chan parece lograr. Es un espectáculo visualmente impactante, y la coreografía, como siempre, es inventiva y excepcionalmente bien ejecutada. Sin embargo, esta vez, el enfoque principal no está tanto en el combate físico como en la habilidad de Chan para integrarlo con el humor y la comedia física.
La dirección de Ringo Lam, aunque competente, no alcanza el nivel de innovador que se esperaría de un proyecto tan ambicioso. Hay momentos de gran belleza visual, particularmente en las representaciones de la cultura china, pero también se siente una cierta falta de dinamismo en la narración. La película se apoya en gran medida en el encanto personal de Jackie Chan y en la nostalgia por las películas anteriores de la saga, sin explorar completamente el potencial de la historia. La tensión dramática se diluye en algunos momentos, y el ritmo se siente, a veces, irregular. Las escenas de diálogo, cruciales para el desarrollo de los personajes, podrían haberse profundizado más, pero terminan siendo funcionales más que emotivas.
Las actuaciones son, en general, sólidas. Donnie Yen, como el general Chao, ofrece un buen contrapunto a la energía de Chan. Su personaje es un hombre de honor con un pasado turbulento, y la relación entre él y Wong Fei-Hung es uno de los puntos fuertes de la película. Pero el verdadero protagonista, como siempre, es Jackie Chan, quien no solo se encarga de las escenas de acción, sino también de gran parte del humor. Su presencia física es imponente, y su capacidad para transformar la amenaza en comedia es única. Sin embargo, se observa en él una cierta sensación de estar haciendo lo mismo que ha hecho durante décadas, lo que, si bien es una fortaleza, también puede resultar un poco predecible. El nuevo personaje, Wu Song (Yang Yang), aunque prometedor, no tiene el tiempo suficiente para desarrollarse plenamente y dejar una impresión duradera.
“El rey del viento” es, en última instancia, una película entretenida, con secuencias de acción impresionantes y un fuerte homenaje a la cultura china. No obstante, la historia se siente a veces superficial y la dirección no logra maximizar el potencial de la trama. Es una película que seguramente agradará a los fanáticos de la saga, pero quizás decepcione a aquellos que esperan una narrativa más ambiciosa o un desarrollo de personajes más profundo. A pesar de sus defectos, la película es un testimonio del talento innegable de Jackie Chan y de su capacidad para seguir innovando en el género de la acción.
Nota: 7/10