Erik el vikingo (1989)

“Erik el Vikingo” no es, ni mucho menos, una película de acción pulida y deslumbrante, pero sí una experiencia cinematográfica peculiar y, en última instancia, profundamente conmovedora. Tim Robbins, conocido por su irreverencia en el grupo Monty Python, sorprende al espectador entregándose a un papel que, aunque aparentemente absurdo, se sostiene con una sorprendente seriedad. La película nos presenta a Erik, un guerrero vikingo exento de ambición por la conquista y atormentado por la violencia inherente a su cultura. Ya no busca botines ni gloria, solo la promesa de un cielo azul y la esperanza de que se ponga fin a la inminente Ragnarök. Esta premisa, aparentemente ridícula, es el punto de partida de una reflexión sobre el propósito de la vida y el legado que queremos dejar tras nosotros.

La dirección de Stephen Frears (conocido por películas como "La Honors de la Pehuén" o "Elizabeth") se caracteriza por su enfoque en la humanidad de sus personajes. No se trata de un espectáculo de batalla grandilocuente, sino de un drama íntimo que se desarrolla a lo largo de un viaje largo y arduo. Frears crea un ambiente austero y realista, donde el frío, la nieve y el hambre son los verdaderos antagonistas. La película está llena de momentos sutiles, de miradas y silencios que transmiten la creciente conexión entre los miembros del grupo, una conexión basada en la necesidad mutua de esperanza y compañía. A pesar de su estilo, la película evita caer en la sentimentalidad barata, optando por una expresión emocional contenida y auténtica.

La actuación de Tim Robbins es, sin duda, el pilar central de la película. Robbins ofrece una interpretación magistral, transformando a Erik de un guerrero cínico y desilusionado en un líder paternal que busca proteger a su gente. Su presencia en pantalla es imponente, y su capacidad para transmitir tanto dolor como esperanza es notable. El resto del elenco también se destaca, con interpretaciones sólidas por parte de familiares de Erik, y un elenco de guerreros vikingos que aportan diversidad y complejidad a la narrativa. Especialmente la dinámica entre Erik y el personaje de Bjorn, interpretado por Stellan Skarsgård, es rica en matices y tensión, añadiendo una capa de drama interpersonal a la trama.

El guion, coescrito por Frears y Tom Stoppard, es donde la película realmente se distingue. A pesar de su temática vikinga y épica, se centra en cuestiones universales sobre el significado de la vida, la pérdida, el sacrificio y la esperanza. La película no ofrece respuestas fáciles, sino que plantea preguntas difíciles sobre la moralidad, el destino y la naturaleza humana. La prosa es elegante, y se evitan clichés y adornos innecesarios. La trama, aunque lenta en algunos momentos, se mantiene cautivadora gracias a la honestidad emocional y a la fuerza de los personajes. Si bien el ritmo podría ser más dinámico, la película se enriquece con diálogos inteligentes y reflexivos. “Erik el Vikingo” es, en definitiva, una pequeña joya que trasciende su género y se convierte en una meditación sobre la condición humana.

Nota: 7/10