Esa clase de amor (1962)

“Esa clase de amor” es un drama romántico que, aunque carente de la espectacularidad que algunos podrían esperar, logra plantear un interrogante existencial profundo: ¿qué ocurre cuando la atracción física y la biología se imponen a la falta de conexión emocional? La película de Laurent Bider y Pierre Anger no busca la grandilocuencia, sino la sutil incomodidad de una relación construida sobre una base insostenible. Se centra en Vic (interpretado con una notable reserva por Baptiste Ullivilliers), un hombre que se ve atrapado en una situación precaria tras el embarazo de su novia, Ingrid (Anne Parfaite). La llegada de la madre de Ingrid, una mujer severa y pragmática, como la magistralmente retratada por Marie Bunuel, añade otra capa de tensión y claustrofobia a la relación.

La dirección de Bider es discreta pero efectiva. No se inclina por el melodrama explosivo, sino que apuesta por una fotografía sombría, llena de tonos grises y azules apagados, que refleja el desasosiego y la sensación de estancamiento. La película transita lentamente entre escenas íntimas, silenciosas, cargadas de miradas que revelan más lo que no se dice que lo que se expresa. Existe un ritmo deliberadamente pausado, lo que obliga al espectador a meditar en la dinámica de la relación y en la desesperación palpable de los personajes. No se incluyen giros argumentales sorprendentes, pero la fuerza reside en la autenticidad de los personajes y en su lucha interna.

El papel de Baptiste Ullivilliers es fundamental. Su Vic es un hombre inexpresivo, un individuo que parece más cómodo en su propia soledad. No busca soluciones, no se cuestiona su situación, sino que se resigna a vivir en un limbo emocional. Su actuación es una de los aspectos más sólidos de la película. Anne Parfaite, por su parte, ofrece una interpretación matizada de Ingrid, una mujer que ama a Vic, pero que no puede ignorar la realidad del embarazo. La química entre los dos actores es palpable, aunque no se basa en una pasión ardiente, sino en una comprensión silenciosa de la complicidad, incluso en su forma más dolorosa.

El guion, escrito por Bider y Pierre Anger, se centra en el análisis psicológico de los personajes. Si bien la historia es sencilla, el guion explora temas como la responsabilidad, la incomunicación y la dificultad de escapar de las circunstancias. No hay grandes diálogos, pero sí conversaciones sutiles y reveladoras que nos permiten adentrarnos en la mente de Vic y Ingrid. La película, en última instancia, es una meditación sobre la soledad y la búsqueda de sentido en un mundo que a menudo nos exige conformarnos con lo que tenemos. La ausencia de una resolución clara, en lugar de resultar frustrante, funciona como un reflejo de la propia vida, llena de incertidumbres y sin respuestas fáciles.

Nota: 7/10