Escape Room (2019)

“Escape Room” es una propuesta que, a primera vista, podría parecer un simple entretenimiento de terror psicológico. Sin embargo, la película de Adam Robitel demuestra ser mucho más que eso: una experiencia claustrofóbica, tensa y con un guion que se complica de manera sorprendentemente inteligente. La premisa, aunque ya explorada en otros títulos del género, se sostiene con una ejecución magistral que mantiene al espectador al borde de su asiento desde el inicio y hasta el agónico final.

La dirección de Robitel es sólida y metódica, sabiendo cómo construir la atmósfera de confinamiento de manera efectiva. La película utiliza el espacio, que se convierte en un personaje más, para crear una sensación de atrapamiento real. Las cámaras se mueven con cautela, evitando revelaciones prematuras y centrándose en los rostros de los protagonistas, donde se pueden leer cada vez más signos de pánico, desesperación y, eventualmente, paranoia. La paleta de colores es restringida, dominada por tonos grises y oscuros, lo que refuerza la sensación de opresión y amenaza inminente. La banda sonora, minimalista pero inquietante, complementa a la perfección la tensión visual y auditiva, subrayando la atmósfera de suspense. Es un ejemplo de cómo la dirección puede elevar una idea conceptual a una experiencia cinematográfica realmente impactante.

El reparto está liderado por una dupla formidable: Daniel Brickell como Adam, un hombre atormentado por la pérdida, y una Ellie Garner que ofrece una interpretación conmovedora y llena de matices como Mia, una mujer con un pasado misterioso. Las actuaciones son naturales y convincentes. No se recurre a jergalismos ni a expresiones exageradas; la tensión y el miedo se transmiten a través de miradas, gestos sutiles y silencios cargados de significado. Cada personaje, a pesar de su individualidad, se ve obligado a enfrentarse a sus propios miedos y traumas, y las interpretaciones reflejan esa lucha interna con gran autenticidad. La dinámica entre los personajes se desarrolla a medida que se ven obligados a cooperar y competir por su supervivencia, revelando secretos y generando sus propias sospechas. La química entre algunos de los actores es palpable, lo que contribuye a la verosimilitud de las relaciones interpersonales.

El guion, sin embargo, es el verdadero corazón de la película. Si bien la premisa es sencilla, se complica de manera inteligente con giros inesperados y revelaciones impactantes. La película no se limita a recurrir a sustos baratos, sino que se enfoca en la construcción de un misterio que se desvela poco a poco, manteniendo al espectador enganchado hasta el final. El desarrollo del suspense es especialmente eficaz, ya que se juega con la percepción de la realidad y la confianza de los personajes. El trasfondo de cada personaje, aunque no se explica completamente, se entrelaza con la trama principal, añadiendo profundidad y complejidad a la historia. La película plantea interrogantes sobre la naturaleza de la ambición, la moralidad y las consecuencias de nuestras acciones, lo que la convierte en más que un simple thriller de terror.

En definitiva, "Escape Room" es una película que se queda en la memoria mucho después de que los créditos finales se despliegan. Es una experiencia cinematográfica que no solo entretiene, sino que también provoca reflexión. Una película bien construida, con actuaciones sólidas y un guion inteligente y original, que demuestra que el género del escape room tiene mucho más potencial de lo que se suele pensar.

Nota: 8/10