“Escape Room 2: Mueres por salir” se presenta como un ejercicio de tensión claustrofóbica y una extensión del concepto que hizo famosa la primera entrega, pero, en mi opinión, no logra replicar completamente la frescura y el impacto inicial. El director Adam Robitel se aferra a la fórmula de trampas mortales y desafíos mentales, incrementando la dificultad y la complejidad de las pruebas, lo que resulta en una experiencia gratificante para los fans del género, pero también en una película que puede resultar agotadora para quienes buscan algo más allá del puro entretenimiento visceral.
La película se centra en un grupo de extraños, un maquillador, una investigadora, un padre con problemas, una activista, una empresaria y un informático, cuyas vidas se entrelazan de una manera inquietante. El guion, a pesar de su premisa intrigante, se basa en un tropo recurrente del "yo ya había jugado esto antes", lo cual, aunque ofrece la posibilidad de explorar la psicología de los personajes y las consecuencias de los recuerdos reprimidos, se siente un tanto forzado y predecible. El ritmo, por su parte, es desigual: alternando momentos de suspenso genuino con segmentos más lentos y dedicados a desarrollar las relaciones entre los personajes, un aspecto que, aunque bien intencionado, no siempre resulta eficaz. El desarrollo del thriller psicológico se siente a veces apresurado, y la exploración de los traumas personales de los protagonistas, aunque presente, no se profundiza lo suficiente como para generar un impacto emocional real.
Sin embargo, la película no carece de méritos. La dirección de Robitel mantiene un tono constante de paranoia y peligro, utilizando la iluminación, el sonido y la composición de los espacios cerrados para crear una atmósfera opresiva y asfixiante. Los efectos especiales, aunque a veces un poco recargados, son efectivos y contribuyen a la sensación de que los personajes están verdaderamente atrapados en un laberinto mortal. Las actuaciones son sólidas, especialmente la de Daniel Brühl como el maquillador, quien transmite la desesperación y la confusión de su personaje con una convicción notable. El reparto, en general, cumple su cometido, dotando de credibilidad a los personajes y contribuyendo a la dinámica tensa que se desarrolla en la sala de escape.
El diseño de producción es, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película. Las salas de escape son elaboradas y creativas, con detalles sorprendentes y trampas ingeniosas que desafían la inteligencia y la valentía de los personajes. Cada sala es un mundo en sí misma, con una estética y un diseño que evocan diferentes épocas y culturas, lo que enriquece la experiencia visual y mantiene al espectador enganchado. No obstante, en algunos momentos, la sobreexposición de los elementos visuales puede distraer del desarrollo argumental.
En definitiva, “Escape Room 2: Mueres por salir” es un entretenimiento sólido, pero no revolucionario. Si bien cumple con las expectativas de los fans del género y ofrece momentos de suspenso y adrenalina, carece de la originalidad y la profundidad que podrían haber elevado la película a un nivel superior. Se convierte en una buena opción para una noche de cine, pero no deja un recuerdo duradero.
Nota: 6.5/10