Escúchame (1989)

“Escúchame” se presenta como una incursión tímida en el melodrama adolescente, una película que apunta a la introspección y el descubrimiento personal, aunque le falta la chispa necesaria para elevarla por encima de las convenciones del género. La historia nos introduce a Leo, Maya y Sam, tres estudiantes de Kemmont College con la ambición de labrarse un futuro. La premisa, que se centra en la búsqueda de la madurez y la confrontación con los fantasmas del pasado, es atractiva pero, desafortunadamente, se desarrolla con una ponderación desigual y una ejecución que no siempre cumple las expectativas.

La dirección de James Ashton es cautivadora en sus momentos, logrando establecer una atmósfera onírica y melancólica que refleja la fragilidad emocional de los protagonistas. Hay escenas particularmente bellas, como las que exploran la luz y la sombra en los dormitorios o las primeras noches en la residencia, que evocan un sentido de soledad y anhelo. Sin embargo, la película oscila entre momentos de gran lirismo visual y pasajes que parecen desprovistos de un ritmo definido, a menudo ralentizados innecesariamente por largas tomas contemplativas. Esto, combinada con una musicalización que se siente a veces demasiado obvia y sentimental, afecta la fluidez narrativa y la inmersión del espectador.

El núcleo de la película reside en las actuaciones de los tres protagonistas. Daniel Miller como Leo transmite una vulnerabilidad convincente, mostrando un personaje atormentado por un pasado que lo persigue. Olivia Hayes como Maya aporta una determinación y un espíritu rebelde que contrastan con la inseguridad de Leo. Sin embargo, la interpretación de Ben Carter como Sam es la que menos impacto deja. Aunque su personaje presenta una complejidad emocional, la actuación carece de la profundidad necesaria para conectar verdaderamente con el público. La química entre los tres actores, crucial para el éxito de una película de este tipo, es a veces irregular, especialmente en las escenas de diálogo.

El guion, escrito por Emily Carter (no relacionada con Ben), es donde la película más notablemente flaquea. La trama, aunque interesante en su premisa, se arrastra a menudo sin avanzar significativamente. Los conflictos internos de los personajes, aunque presentados como fundamentales para la evolución de la historia, parecen desarrollarse de forma superficial. El diálogo, en general, es bastante convencional y carece de la originalidad y el ingenio necesarios para dinamizar la narrativa. Se recurre a clichés y a situaciones previsibles que, en última instancia, restan valor a la experiencia cinematográfica. El intento de explorar temas como el duelo, la identidad y la presión social se siente, por lo tanto, un tanto forzado y poco logrado.

A pesar de sus defectos, “Escúchame” ofrece algunas imágenes memorables y, en el fondo, presenta una reflexión sobre la búsqueda de la identidad. No obstante, la falta de ritmo, la actuación desigual y un guion que no se atreve a ser realmente audaz, impiden que la película alcance su máximo potencial. Es una propuesta interesante, pero que no deja una huella duradera.

Nota: 6/10