Escuela de jóvenes asesinos (1988)

“Escuela de Jóvenes Asesinos” (Scream, 1996) no es una película que busca ser simplemente aterradora; es una obra maestra del terror slasher con una inteligencia subyacente que la ha convertido en un referente. Curtis Carr, el director debutante, no se limita a imitar las convenciones del género, sino que las subvierte y las explora con una audacia y un humor negro que desafían cualquier expectativa. La película se presenta como una parodia y, a la vez, una profunda reflexión sobre los tropos del cine de terror y el comportamiento adolescente.

El guion, coescrito por Casey Becker y Gary Ross, es la columna vertebral de la película. La premisa, una película dentro de una película que atrae a un grupo de adolescentes a un asesinato, es inherentemente ingeniosa. La construcción de la trama, llena de giros inesperados y falsas pistas, mantiene al espectador en vilo, obligándolo a cuestionar constantemente quién es el verdadero asesino. El guion se atreve a explorar la dinámica de poder entre los adolescentes, revelando las tensiones ocultas, las rivalidades y las obsesiones que se esconden bajo la superficie de la apariencia de normalidad. La película es un metacomentario sobre el género, consciente de sus clichés y de la necesidad de subvertirlos.

Las actuaciones son excepcionales. Winona Ryder, en el papel de Verónica Sawyer, ofrece una interpretación cautivadora y llena de matices. Su evolución, desde la inocencia inicial hasta la desesperación y la determinación, es conmovedora y convincente. Neve Campbell como Sidney Prescott entrega una actuación honesta y realista, representando la vulnerabilidad y la resiliencia de una víctima en un escenario aterrador. David Arquette, como el sheriff Randall Cobb, aporta una dosis de humor negro que contrasta con la atmósfera de horror, y Jamie Lee Curtis, en un papel de secundaria, es simplemente icónica. La película aprovecha al máximo las habilidades de cada actor, creando personajes memorables.

Carr logra crear una atmósfera de suspense palpable, gracias a una dirección precisa y a un uso inteligente de la música. La banda sonora, que incluye temas icónicos de artistas como Alanis Morissette, se integra perfectamente en la narrativa, amplificando las emociones y el terror. El uso de los primeros planos y la iluminación contrastada contribuye a crear imágenes impactantes y a intensificar la sensación de peligro inminente. La película no se basa únicamente en sustos repentinos; se centra en generar una tensión constante, que se construye a través de la atmósfera, la música y el desarrollo de los personajes.

En definitiva, “Escuela de Jóvenes Asesinos” es una película atemporal que sigue siendo tan fresca y relevante hoy en día como lo fue en 1996. No se trata solo de una película de terror, sino de una inteligente parodia del género y una reflexión sobre la adolescencia, el poder y la identidad. Es una obra maestra del cine slasher que merece ser vista y revisitada.

Nota: 9/10