Escuela de ladrones (1986)

“Escuela de ladrones” (Lock, Stock and Two Smoking Barrels) de Steven Soderbergh es mucho más que un simple robo. Es una celebración del caos, la improvisación y la irreverencia, una película que se enmarca dentro del género criminal pero que, gracias a su audacia y sorprendente evolución, trasciende cualquier etiqueta. Soderbergh, conocido por su versatilidad, demuestra una maestría innegable en este ejercicio narrativo, jugando con las convenciones del cine de acción y transformándolas en una experiencia cinematográfica única.

La película comienza con una atmósfera de frustración y desesperación. Los tres protagonistas – Daniel, Harry y Lester – son ejemplos perfectos de hombres que no logran destacar en sus respectivas vidas: un banquero, un traficante de drogas y un estafador sin éxito. La invitación a visitar al tío Ben, un magnate de las apuestas, crea una tensión latente que rápidamente se desborda en un torbellino de golpes, persecuciones y, sobre todo, situaciones hilarantes. Soderbergh, a través de una dirección increíblemente dinámica, utiliza la cámara en movimiento y los planos de secuencia de forma magistral, sumergiendo al espectador directamente en el corazón del frenesí.

Las actuaciones son, sencillamente, excepcionales. Mark Wahlberg, Jason Statham y Steve Zahn componen un trío cómico desastroso pero absolutamente entrañable. Cada uno aporta una personalidad distinta y se complementan a la perfección, generando momentos de puro disfrute y, a su vez, contribuyendo a la atmósfera de incertidumbre y peligro. La química entre los tres actores es palpable y se convierte en uno de los mayores logros de la película. Además, las secundarias interpretaciones, como las de Henri Pietrázel, Tim Roth y Ian Hart, son memorables y enriquecen la trama.

El guion, coescrito por Stephen Frears y Steven Soderbergh, es una joya. La película se basa en un concepto original y arriesgado: la idea de un grupo de amigos que se encuentran en la ruina y deciden formar una banda de ladrones. Lo que hace que la película sea realmente especial es la forma en que se desenvuelve la historia. Los diálogos son afilados, la trama es intrincada y llena de giros inesperados, y la película se mueve a un ritmo vertiginoso que mantiene al espectador enganchado desde el principio hasta el final. Es una película que sabe jugarse y no le teme a las apuestas, y eso le otorga un sabor único y memorable. La trama, aunque aparentemente sencilla, se complica con la introducción de personajes secundarios que revelan capas de ambición, traición y, a veces, un toque de melancolía.

En definitiva, “Escuela de ladrones” es una película que merece la pena ver y volver a ver. Es una obra maestra del cine criminal, una película original, divertida, inteligente y llena de personajes inolvidables. Una película que desafía las convenciones y ofrece una experiencia cinematográfica que te dejará con una sonrisa en la cara y una profunda reflexión sobre la vida, la ambición y la amistad. Es, sin duda, un clásico moderno.

Nota: 9/10