Están vivos (1988)

“Están vivos” no es simplemente una película de ciencia ficción, es una inquietante meditación sobre la manipulación, el control y la fragilidad de la realidad tal como la percibimos. La película de José Miguel Caso nos presenta a un protagonista, interpretado con una sutileza admirable por el actor principal, que se encuentra, de manera azarosa, con un par de gafas que revelan la verdadera naturaleza de aquellos que nos rodean: seres extraterrestres que han infiltrado las esferas de poder, no con armas o tecnología ostentosa, sino mediante una estrategia mucho más insidiosa: la implantación de mensajes subliminales a través de la cultura y la información que consumimos.

Caso, director de larga trayectoria, sabe generar una atmósfera densa y palpable desde los primeros minutos. No se gasta en efectos especiales llamativos, sino que se centra en crear una sensación de perturbación y desasosiego. La dirección artística es notable, con un uso inteligente del color y la luz que refuerza la idea de que algo no está bien. La película se siente como una pesadilla lúcida, una experiencia que te obliga a cuestionar lo que te presentan como "normal" o "real". Y es en esa inquietud donde reside su mayor fortaleza. La película no busca entretener con una trama espectacular, sino más bien provocar una reflexión, una invitación a observar el mundo que nos rodea con un ojo crítico y desconfiado.

Las actuaciones son sólidas en todo momento. El actor protagonista, aunque no tenga un carisma deslumbrante, transmite la incertidumbre y la creciente paranoia de su personaje de manera convincente. El resto del elenco secundario, compuesto por figuras prominentes del ámbito político y social, ofrecen interpretaciones impecables, logrando dar vida a estos personajes que, paradójicamente, se revelan como seres fríos, calculadores y carentes de empatía. El guion, aunque deliberadamente lento en algunos momentos, es inteligente y bien construido. La trama se desarrolla de forma orgánica, permitiendo al espectador sumergirse en la lógica distópica que propone la película. Se evita la simplificación excesiva y se explora la intrincada relación entre el control, la manipulación y la percepción individual. La película no se precipita en las conclusiones y deja al espectador con preguntas más difíciles de las que plantea inicialmente.

Sin embargo, la película no está exenta de defectos. El ritmo pausado puede resultar tedioso para algunos espectadores, y la falta de un antagonista claro podría decepcionar a aquellos que buscan una confrontación directa. Además, la exploración de la trama puede sentirse, en ocasiones, un poco demasiado extensa, ralentizando el desarrollo de la narrativa. A pesar de ello, “Están vivos” es una película original, inquietante y provocadora que merece ser vista y analizada. Es una obra que te acompañará mucho después de que los créditos finales hayan terminado de rodar, obligándote a replantearte la realidad que te rodea y la forma en que te comunicas con ella.

Nota: 7/10