Este chico es un demonio 2 (1991)

“Este chico es un demonio 2” es, en su esencia, una película que se toma un riesgo considerable. La primera entrega, con su giro radical y perturbador, ya generaba controversia, y esta secuela intenta no solo mantener esa llama, sino también ampliarla, y el resultado es… interesante, pero no necesariamente satisfactorio. La dirección de Todd Phillips, que había demostrado talento con "Los reyes de la carretera", se mantiene sólida, aunque ahora tiene a su disposición un lienzo mucho más complejo y visualmente impactante. Phillips sabe crear atmósferos inquietantes, y la ciudad ficticia de "Eden” es, sin duda, un logro visualmente. El diseño de producción es impecable, con una arquitectura que parece sacada de una pesadilla surrealista, y la fotografía de Chung Ming-Cho, con sus colores vibrantes y la utilización del rojo, construye una sensación constante de tensión y disquieta. No obstante, es una belleza artificial, una puesta en escena grandiosa que, a veces, eclipsa el desarrollo de la historia.

La película se centra en Ben, interpretado con una frialdad casi glacial por Jesse Eisenberg, un hombre en una aparente crisis existencial tras la muerte de su esposa. Su intento de reconstruir su vida con su hijo Junior (Charlie Day) en una ciudad donde las mujeres superan en número a los hombres, resulta ser el detonante de una serie de eventos perturbadores. Eisenberg ofrece una actuación contundente, transmitiendo la incomodidad y el desasosiego de su personaje de forma convincente. Sin embargo, a veces, su actuación se siente un poco exagerada, como si estuviera intentando emular el tono de la primera película, perdiendo parte de la sutileza que le daba fuerza. Day, en cambio, aporta un toque de humor negro que contrasta con la atmósfera general, y su interpretación de Junior es, en gran medida, el corazón de la película. Su personaje es mucho más desarrollado que en la primera entrega, lo que permite al espectador conectar con él de una manera más profunda.

El guion, a cargo de Scott Silver, es donde la película más comúnmente decepciona. Si bien la premisa es original y tiene potencial, el desarrollo de la trama se siente a veces forzado y predecible. La exploración de la psicología de Ben y Junior es interesante, pero a menudo se ve interrumpida por giros argumentales que parecen diseñados para sorprender más que para avanzar en la historia. La película se esfuerza en mantener la tensión, pero a veces lo hace a expensas de la coherencia y la profundidad. Además, el humor negro, que se utilizaba de manera más efectiva en la primera entrega, se siente aquí un poco forzado y excesivo. El final, especialmente, es confuso y deja demasiadas preguntas sin respuesta, dejando al espectador con una sensación de frustración más que de satisfacción.

En definitiva, “Este chico es un demonio 2” es una película que invita a la reflexión, pero que no logra alcanzar la excelencia que prometía su premisa. Es un ejercicio de estilo visualmente estimulante y con actuaciones sólidas, pero con un guion que falla en su ambición. No es una mala película, pero tampoco es una obra maestra. Es, simplemente, un episodio más en el universo de Todd Phillips, un espejo distorsionado de la masculinidad y la desesperación, con una estética innegablemente llamativa.

Nota:** 6/10