“Esto (no) es un secuestro” es una propuesta inesperada, un thriller de humor negro que se atreve a jugar con la tensión y el caos, aunque no siempre lo consigue con la maestría que se espera. La premisa, en esencia, es simple pero efectiva: un ladrón profesional, Gus, se ve forzado a mediar en una pelea titánica entre un matrimonio de adinerados, los Chasseur, que resulta ser una fuente constante de destrucción emocional y física. La película se construye a partir de esta situación improbable, creando una dinámica claustrofóbica y hilarante a la vez. No es una comedia absurda, sino un estudio de personajes y relaciones tóxicas que se ve exacerbado por el ambiente precario en el que se encuentran.
La dirección de James Burns es discreta pero funcional. Evita los clichés del género, apostando por una estética visual que oscila entre lo minimalista y lo inquietante. Las escenas de pelea son coreografiadas con precisión y un toque de surrealismo, que, aunque a veces se siente forzado, contribuye al tono peculiar de la película. Se nota que Burns intenta mantener un equilibrio delicado entre el suspense y el humor, y en gran medida lo consigue, sin caer en la ridiculez. Sin embargo, la película podría haber beneficiado de una mayor ambición visual y un uso más audaz de la música para amplificar las emociones.
El corazón de la película reside, sin duda, en las actuaciones de la pareja protagonista. Ron Perlman, como Gus, ofrece una interpretación sutil y sorprendentemente conmovedora. Su personaje, un ladrón curtido en mil batallas pero con un código ético propio, aporta un contrapunto interesante a la furia desatada por los Chasseur. Pero es Claire Denis, como Caroline Chasseur, quien realmente brilla. Su personaje es un torbellino de amargura, resentimiento y frustración, y Denis lo interpreta con una intensidad magnética. La química entre Perlman y Denis es palpable, y sus constantes enfrentamientos son el motor principal de la trama. También destaca Corey Reynolds como Lloyd Chasseur, un hombre que parece vivir atrapado en un ciclo de dolor y sufrimiento.
El guion, aunque ingenioso y con momentos de brillante humor negro, carece de cierta profundidad. La trama avanza a un ritmo desigual, con tramos más fluidos y otros más lentos. Algunas situaciones parecen artificiales y forzadas, mientras que otros momentos de genuino drama se diluyen en el caos general. La película explora temas como la comunicación fallida en las relaciones, el resentimiento acumulado y la búsqueda de la reconciliación, pero sin profundizar en ellos lo suficiente. El final, en particular, resulta algo abrupto y decepcionante, dejando algunas preguntas sin respuesta y un dejo de inconclusión. A pesar de estas deficiencias, el guion presenta ideas interesantes y ofrece un entretenimiento sólido, sobre todo gracias a la originalidad de la premisa.
Nota: 7/10