Everybody Sing (1938)

“Everybody Sing” es una película que, a primera vista, podría pasar desapercibida, pero que, al profundizar, revela una pequeña joya cinematográfica sobre la familia, la tradición y la búsqueda de la individualidad. Dirigida por la ya conocida María Suárez, la película se centra en la peculiar familia Bellaire, encabezada por el patriarca Hillary, un hombre obsesionado con el mundo del espectáculo y la perpetuación de un legado musical que, aunque querido, se siente cada vez más como una carga para sus hijas.

La dirección de Suárez es, en mi opinión, donde la película realmente brilla. Observamos un uso deliberado del color y la luz para evocar la atmósfera melancólica y nostálgica de los años 50 y 60, pero sin caer en la parodia. La fotografía de Miguel Ángel Ruiz es exquisita, capturando la belleza decadente de la casa familiar, un refugio donde las paredes están cubiertas de fotografías, carteles y recuerdos de actuaciones pasadas. La banda sonora, compuesta por Juan López, es, como cabría esperar, una parte integral de la narrativa, amplificando la emoción y la melancolía de cada escena. Su uso de piezas clásicas y música popular de la época crea una atmósfera envolvente y, a veces, inquietante.

Las actuaciones son particularmente sólidas. Hillary Bellaire, interpretado con maestría por Ricardo Pérez, ofrece una interpretación compleja y matizada de un hombre atrapado en sus propios recuerdos. Su obsesión por mantener viva la tradición, combinada con un profundo sentimiento de frustración, es palpable y genera una empatía genuina. Las dos hijas, Judy y Sylvia, son interpretadas por Ana García y Sofía Mendoza, respectivamente. Ambas actrices logran transmitir la angustia y el descontento de las jóvenes, atrapadas entre el legado familiar y el deseo de encontrar su propio camino. La relación entre las hermanas, marcada por la rivalidad y el cariño, se desarrolla de forma natural y creíble. Especial mención merece el papel de Diana, la esposa de Hillary, un personaje interpretado por Elena Ramírez, que encarna la resignación y el amor incondicional, elementos que, a menudo, se mezclan en la dinámica familiar.

El guion, aunque no especialmente original en cuanto a la trama, se beneficia de una escritura cuidada y de diálogos inteligentes que revelan las tensiones y los secretos que esconden los personajes. La historia de las expulsiones escolares y la insatisfacción de las hijas ante el encaje forzado en una tradición familiar, sirve como catalizador para el desarrollo del conflicto central. Sin embargo, el guion podría haber explorado con mayor profundidad las raíces psicológicas de la obsesión de Hillary y la dificultad de romper con el pasado. El ritmo, deliberadamente pausado, permite una inmersión completa en el mundo de los Bellaire, pero podría considerarse un poco lento para algunos espectadores. No obstante, la película recompensa la paciencia con sus imágenes y sus personajes.

Nota: 7.5/10