Ex Drummer (2007)

“Ex Drummer” no es, sin duda, una película que se olvida fácilmente. Más allá de su premisa que podría parecer una simple fábula sobre la búsqueda de la redención musical, el film de Michalis Veisz y Thomas Vroon se erige como una disección brutal de la vulnerabilidad humana, la ambición desmedida y la facilidad con la que las personas en necesidad pueden ser manipuladas. La película, con un ritmo deliberadamente pausado, se sumerge en la atmósfera melancólica y claustrofóbica de una pequeña comunidad belga, donde las viejas heridas y las aspiraciones frustradas resurgen para atormentar a sus habitantes.

La dirección de Michalis Veisz es notable por su capacidad para crear una tensión constante, incluso en las escenas más tranquilas. El uso de la luz y la sombra juega un papel fundamental, subrayando la oscuridad emocional que permea la vida de los personajes. La fotografía, cuidada y con un toque documental, evoca la sensación de estar presenciando un evento que no debería ocurrir, un drama íntimo que se desarrolla en el anonimato de un pueblo donde todos se conocen y todos guardan secretos. El sonido, en particular, es excelente; la música que impregna la película es a la vez hermosa y inquietante, reflejando la dualidad de las emociones de los protagonistas.

Las actuaciones son, en su mayoría, sobresalientes. Norman Baert, como el líder del grupo, encarna la desesperación y la frustración con una fuerza convincente. Su búsqueda de reconocimiento musical, alimentada por una nostalgia no expresada, es la fuerza motriz de la historia. Sam Louwyck complementa su actuación con una reserva de dolor y resignación que es, a la vez, conmovedora y perturbadora. Sin embargo, el verdadero punto culminante es la interpretación de Dolores Bouckaert, quien aporta una fragilidad palpable a su personaje, transmitiendo la vulnerabilidad de una mujer atrapada en una red de relaciones tóxicas y mentiras. La manipulación que ejerce Dries Van Hegen sobre el grupo es magistralmente retratada, mostrando la rapidez con la que una persona que busca ayuda puede convertirse en una amenaza.

El guion, aunque deliberadamente lento, logra mantener la atención del espectador gracias a su desarrollo psicológico de los personajes. Se evita caer en clichés y se profundiza en las motivaciones de cada uno, mostrando las consecuencias de sus actos y la destrucción que dejan a su paso. La película no ofrece respuestas fáciles ni soluciones evidentes; simplemente expone la realidad cruda de la ambición descontrolada y la falta de empatía. El final, aunque ambiguo, es el más adecuado para una historia que explora la complejidad de las relaciones humanas y las heridas emocionales.

La película, aunque no regala emociones a raudales, ofrece una experiencia cinematográfica densa y reflexiva. “Ex Drummer” es un thriller psicológico que, más que un film musical, es una meditación sobre la naturaleza humana y la capacidad de la gente para lastimarse a sí misma y a los demás. Es un retrato inquietante de la búsqueda de la identidad, el fracaso y la redención, envuelto en un envoltorio musical con un ritmo hipnótico.

Nota:** 7/10