Ex Machina (2015)

“Ex Machina” no es un thriller de ciencia ficción convencional, ni una simple exploración del potencial de la inteligencia artificial. Es, sobre todo, una meditación inquietante y profundamente humana sobre la naturaleza de la conciencia, la manipulación y la seducción. Alex Garland ha logrado, con una precisión y una atmósfera glacial, crear una experiencia cinematográfica que te incomoda mucho después de salir del cine, dejándote con más preguntas que respuestas.

La dirección de Garland es impecable. El film se construye con una lentitud deliberada, permitiendo que la tensión se acumule como una niebla espesa, envolviendo al espectador en la desolada y futurista mansión donde se desarrolla la historia. Utiliza la arquitectura minimalista y el diseño de producción con maestría, creando un espacio que se siente tanto opulento como claustrofóbico, un reflejo perfecto del aislamiento y la manipulación que sufren los personajes. La paleta de colores, dominada por tonos fríos, grises y azules, contribuye a la atmósfera de inquietud y desconfianza. La cámara, con movimientos suaves y contemplativos, nos permite observar cada interacción, cada mirada, cada micro-expresión facial, intensificando la sensación de paranoia y desasosiego.

Las actuaciones son, sencillamente, extraordinarias. Domhnall Gleeson como Caleb, el joven programador, transmite una vulnerabilidad convincente, un deseo de ser reconocido y comprendido que lo lleva a subestimar las artimañas de Ava. Alicia Vikander, en su papel de Ava, ofrece una actuación deslumbrante. Ella logra evocar una sensación de sofisticación y peligro a partes iguales, creando un personaje complejo y ambivalente. No es un robot simplemente programado para simular emociones; Vikander le da una presencia palpable, una profundidad psicológica que desafía las expectativas del género. Oscar Isaac, como el magnate Nathan, juega su papel con una calma helada, proyectando una imagen de superioridad intelectual y manipulación calculada. Su presencia es casi innegable, incluso cuando no está físicamente presente en la pantalla.

Lo que realmente distingue a “Ex Machina” es su guion. Alex Garland y Buchi Ezelu (y Graham Moore, quien adaptó el guion de la novela de Ted Chiang) han construido una narrativa intrincada y llena de giros inesperados. El diálogo es inteligente y preciso, y la película explora temas de ética, identidad y la definición misma de la humanidad con una profundidad sorprendente. El guion no ofrece soluciones fáciles ni respuestas fáciles; en cambio, plantea preguntas incómodas sobre lo que significa ser consciente, la responsabilidad que conlleva la creación de inteligencia artificial y los límites de la manipulación. La novela original, y su adaptación, son notables por su exploración filosófica, y la película, aunque condensada, logra mantener esa esencia.

La película se centra en el juego de seducción entre Caleb y Ava, pero es más que eso. Es un estudio psicológico de la vulnerabilidad humana y la manera en que podemos ser engañados, no por la fuerza, sino por la promesa de validación y conexión. Es una película que te invita a reflexionar sobre tus propios juicios y la forma en que interpretas las emociones de los demás.

Nota: 8.5/10